27 ene 2011

¿Quién Mierda Es Horacio?

Ayer gastando mi poco tiempo libre en Facebook encontré algo que me alarmó (por no decir que me dio por las pelotas).
Mientras miraba una larga lista de links que no me interesaba, fotos de gente que hace 3 años que no veo y “novedades” que realmente me importan poco, choqué contra un actualización de estado de Paula que capturó mi atención

“Salida al cine con Horacio”

Mi primera reacción fue “¿Quién mierda es Horacio?”. Pero quiero aclarar algo, no fue un “¿Quién mierda es Horacio?” de celos o de bronca, sino que fue un “¿Quién mierda es Horacio?” de curiosidad y desconcierto. Nunca había conocido a algún amigo suyo que se llamara Horacio.  
Inmediatamente entre en su  perfil y me puse a buscar alguna foto, algo que me orientara. Después de unos minutos logre dar con una foto en la que estaban etiquetados los dos juntos: era un after office de su laburo.

Me metí en el perfil del pibe. Ya se que es de chusma y, créanme, no es algo que hago comúnmente. Sin embargo siempre es interesante saber con quién anda una ex-novia tuya. Sirve de terapia. Te hace entender que tipo de hombres le gustan, y eso te da una idea de que fue lo que le resultó atractivo de vos o, en otras palabras, que atributos tuyos le pueden resultar atractivos a las mujeres.

Y, además de todo eso, esta lo que todos sabemos: siempre levanta el ánimo descubrir que tu ex esta saliendo con alguien peor que vos. Ese tipo de cosas te permiten hacer de cuenta que, muy adentro suyo, está puteando porque te le escapaste, te está valorando más… y quién sabe, tal vez extrañándote un poco.  

Horacio es un flaco común. Un poco más petizo que yo (punto a mi favor), pero más ancho de espalda y algo marcado (punto a su favor). Es un poco narigón (punto a mi favor), pero tiene ojos claros (punto a su favor).
En líneas generales podríamos decir que era un empate. La verdad es que no me estaba molestando demasiado la cosa, hasta que ví un comentario viejo que había hecho Paula en una de sus fotos.  
No importaba tanto lo que decía, sino como le decía. No le había puesto “Horacio”, ni “Horace”, sino “Hori”. Ese nombre me sonaba, porque Paula lo había nombrado algunas veces.

Cuando hablaba de él decía que era atento, que siempre le preguntaba como andaba, como estaba yo, etc. Nunca le dí demasiada importancia, pero ahora me caía la ficha como si mi cabeza fuera una torre gemela y ese detallecito un 747 piloteado por un musulmán suicida.

“Hori” no era atento o copado, era la peor calaña de hombre que existe. Uno de esos tipos que elige una mina y no le importa si ésta de novia, simplemente se sienta a esperar que la relación se vaya a la mierda. A veces si ve que no progresa ayuda: algún comentario del tipo “no te valora” después de una pelea, alguna crítica sutil a lo que haces o dejas de hacer como novio. Son tipos que tiene un radar para darse cuenta cuando las minas están teniendo dudas sobre su pareja, o están enojadas o tristes por algo.

Ahora lo podía ver. Horacio es un “Buitre”. Lo podía imaginar sobrevolando a nuestra relación, esperando que termine de agonizar para lanzarse en picada sobre Paula, sobre MI novia… mi EX novia.
Estaba enojado, podía sentir al musulmán del avión puteando en árabe. Sabía bien que no tenía nada que ver con que ella haya empezado a salir de vuelta. Eso lo entiendo perfectamente. Hace 4 meses y medio que dejamos de salir y el hecho de que 2 meses atrás hayamos tenido sexo me pesa poco.
Además sería hipócrita enojarme con eso. Yo tengo una compañera de laburo con la que histeriquiamos desde siempre, y con la que incluso nos dimos unos besos en la fiesta de fin de año (ya les contaré al respecto, por ahora la cosa quedó en veremos por las vacaciones)

Nada de eso es importante. No importa el hecho en si, sino el quién. No quiero que mi ex salga con un buitre. No quiero pensar que tal vez, solo TAL VEZ, eso fue lo que nos mató definitivamente.
Si la relación cae por su propio peso es culpa mía, o de ella, o de los dos… no se. Pero si hay un puto carroñero de por medio te pones a pensar que tu relación no se murió sola. Lo acepto, no estaba bien de entrada, pero estaba viva.

Ya tengo todo claro. Paula, el tiempo y yo habíamos puesto nuestra relación en coma. Horacio entro y desconectó el respirador artificial.
Y ahora él obtuvo lo que quiere, y yo estoy acá comiéndome la cabeza. Si al menos le hubiera salido mal sería un consuelo. Antes que él preferiría a un amigo mío, o a mi primo, a cualquiera!!! Pero no, ahora estaba con “Hori”, yendo al cine, y me juego a que no es su primera salida.

De todas las personas que hay en el mundo ¿Por qué con él Paula? ¿Po qué con un buitre?
   

24 ene 2011

Todo Color de Amarillo

Soy fanático de Los Simpson. A diferencia de gente de menor edad, yo los vi nacer como una serie medio pelo y crecer hasta llegar a su auge absoluto durante los ‘90s.
Soy de esos pocos que no se pudren de ver 20 veces el mismo capítulo. Puedo recitar varios diálogos y hasta capítulos enteros, y me considero uno de los pocos capaces de calvarse sábado tras sábado las maratones de 6 o 7 horas que Telefé usa de relleno. 
Cualquiera pesaría (y yo me incluyo) que encontrar a alguien tanto o más fanático que yo sería el equivalente a encontrar mi media naranja. Pero, cuando esto se dió con Fernanda, las cosas no resultaron tan color de rosa.

Me acuerdo que la conocí una noche de  invierno. Nos juntábamos en la casa de Javier para festejar que el último de nosotros estaba abandonando los 19 años. Después de los saludos de rigor me encontré sentado en una mesa, con una cerveza en la mano y  rodeado de gente que apenas conocía. La música estaba fuerte y la luz baja, la noche en ese punto no prometía casi nada.
A la media hora estaba aburrido y puteando mentalmente a mis amigos, que habían jurado que iban a ir pero que no aparecían. Para colmo tenía que bancarme a un pibe que de forma sobreactuada y poco graciosa contaba como él y su primo a los 12 años le habían pegado a un pobre tipo disfrazado de Ronald McDonald. Al lado suyo dos chicas huecas le festejaban cada movimiento, en esa forma exagerada que te revela enseguida que  le tienen ganas.

Estaba a punto de pararme e irme al carajo cuando de golpe escuché algo familiar que hizo que me congelara en mi asiento

Fernanda
(Impostando un tono de voz grueso)
“Es que le dí una patada por atrás a uno de esos ‘Dallys’”

Todos se callaron un segundo sin saber que responder. Yo me dí vuelta y vi al otro lado de la mesa una chica de pelo negro y flequillo, que le caía tapándole un poco los ojos. Estaba sonriendo, como si esperara una respuesta.
El pedante y su coro de chupa medias parecían desorientados, no se si eran boludos o si realmente no sabían de que estaba hablando la chica. Aunque no los puedo culpar, porque incluso yo tarde en reaccionar, hasta que finalmente completé

Marian
“Si, es simplemente irresistible”

La chica se rió de forma casi infantil, como cuando Rafa Gorgory festejando una y otra vez al ver subir y bajar la palanquita roja del buzón.
El golpeador de muñecos reanudó su anécdota, pero ya no lo escuchaba.

Al la cuarta mirada que cruzamos me acerqué a la chica y empezamos a hablar. Por supuesto que usamos los Simpson para romper el hielo. Al cabo de una hora y media de desmenusar capítulos y recordar chistes y diálogos, pasamos a otros temas.

Eventualmente terminamos hablando de los ex. Una ley no escrita dice que cuando hablas de ex con una mujer que acabás de conocer es una señal inequivoca de que la cosa va por buen camino. Es como una referencia en un mapa, o un cartel de adevertencia. Como si te dijera “Mirá, esto es lo que soy yo en pareja, con éste tipo de gente ando ¿Te parece que encajas en el perfil?”
Claro que en ese momento el hombre ya sabe que tiene grandes posibilidades de ganar, por lo que ignora cualquier advertencia. Que tu ex novio haya sido un asesino a sueldo muy celoso le importa poco a un hombre que ya olió la chance de ponerla. Para nosotros la cuestión es llegar a la menta, las consecuencias se atenderán después.

De más esta decir que esa noche Fernanda y yo la terminamos juntos. No soy de dar detalles, por lo que sólo voy a decir que no me hizo falta el tónico “Simpson e Hijo” para que los dos la pasemos bien. Esa noche fue perfecta

El problema surgió a la semana siguiente, cuando nos vimos para tomar algo. Llegó la moza e inmediatamente las cosas se pusieron raras

Moza
Hola chicos ¿Qué se van a servir?

Fernanda
“Yo quiero una ciruela flotando en perfume, servida en un sombrero de hombre”

Moza
¿Perdón?

Fernanda
“No me preguntes, sólo soy una chica”

Moza
(Extrañada)


Sabiendo que había 20 respuestas más sacadas de Los Simpson, decidí intervenir 


Marian
Ehhh… traenos dos porrones de cerveza por favor

Después del bar fuimos a una fiesta de unos amigos. Nos pusimos a hablar con Juan José y su novia, que era estudiante de diseño de indumentaria. En el medio de una explicación sobre el corte de pantalones Fernanda no pudo resistirse y dijo

Fernanda
“Entonces me até una cebolla en el pantalón, que era lo que esta de modo en esos días”

Otra vez esperó sonriente la respuesta, mientras un silencio incomodo dejaba descolocado a mi amigo y su novia. Al final, para cortar esa situación de mierda le dí el gusto.

Marian
“Solo había cebollas blancas, por la guerra...”

Contenta, Fernanda festejó con esa actitud cuasi infantil de la vez anterior. Esta vez ya no me parecía tierna, sino que me empezaba a dar por las pelotas.

Así fue el mes y medio que salimos. Fernanda citaba a Los Simpsons sin ningún tipo de filtro, en voz muy alta y sin importarle si la situación daba o no. Yo lo soporté
Me banqué cuando, en un asado en casa, señaló a mi primito de 8 años con problemas hormonales al grito de

Fernanda
“Ese niño tiene senos. ¡Rápido una toalla mojada!”
 

Le dejé pasar cuando, caminando por su barrio, una señora de 75 años le pidió ayuda para cruzar la calle y le respondió

Fernanda
“Rencoroso sólo se preocupa por una persona ¡Rencoroso!”

Para después darse vuelta y esperar mi respuesta

Marian
(Con una vergüenza ya resignada)
“Disculpe usted”

Fernanada
“¡Cállese!”

Hasta me aguanté cuando, en medio de un acto de Jardín de infantes de su propio ahijado, se paró y señalando al escenario remarcó

Fernanda
“¡Mucha ropa!”

Y ¿Por qué soporte todo esto? Porque en sus momentos de lucidez era una chica simpática, divertida e inteligente, que me estaba empezando a gustar de verdad.

Entonces, llegó el día que estuvo a punto de arruinarme Los Simpson para siempre.
Nos citamos en un bar del centro, cerca de su facultad. Ella llegó un poco tarde, con cara de nerviosismo. Mentiría si no dijera que me la veía venir.
Después de hablar un rato de cosas poco importantes, encaró el tema de lleno.

Fernanda
(seria)
Marian, tenemos que hablar.

Marian
(asustado)
¿Qué pasa?

Fernanda
“Josele me gusta tu estilo, fue muy difícil cortate”

Y dejándome sumergido en ese silencio incómodo y de desconcierto que siempre provocaba, se paró, me dio un beso en la mejilla y se fue sin decir otra palabra.

Todo ese fin de semana quedé hecho bolsa. Tenía miedo de prender la televisión, porque ver los Simpson me iba a ser pensar en ella automáticamente. Pasé una semana entera sin verlos, lo que para mí fue un record histórico. 

Un día que llegué temprano a casa encontré a mi hermana merendando y viéndolos en canal 11. Resignado, me senté y me preparé para sufrir. Pero después de ver dos capítulos seguidos me di cuenta de algo.
No importaba cuantas veces Homero se golpeara, o se peleara con Marge, o hiciera mierda medio Springfield… al capítulo siguiente todo volvía a la normalidad.

Maricón como estaba, logré ver en eso una analogía de mi situación. Entendí que no importaba cuantas chicas más me dejaran (si bien ya iban varias), cuantas veces minas como Fernanda me cortaran cuanto más enganchado estuviera, o cuantas veces me partieran en ocho el corazón… a la larga iba a sanar. 
Y cuando el siguiente capítulo de mi vida empezará, todo ya habría vuelto a la normalidad. 

PD: Confieso que en algún momento se me cruzó por la cabeza dejar a Fernanda, pero entonces me acordaba que era una mujer rara de encontrar, de esas que entran en la categoría “Mujeres dispuestas a tener sexo conmigo”.

6 ene 2011

El Amor Cuesta Barato

Mil veces escuché decir que todos los hábitos se aprenden mejor de chico. Durante años nuestros viejos se rompen la cabeza para enseñarnos a cepillarnos los dientes, a no hablar con la boca llena ó a no ensalivar mucho una tuca, para que cuando llegues al final siga quemando de lo lindo (bueno.. la última por ahí no, aunque es buen consejo)

Mi historia con Andrea tiene mucho de eso, ya que, si bien terminó en una bruta estrolada contra una pared de rechazo, me sirvió para aprender una lección que me acompaña hasta hoy.

Todo empezó el día de reyes del año ’88, cuando yo iba recién estrenando el tercer mes de mis 7 años. Me levanté esa mañana para encontrar sobre mi par de zapatos una campera de lluvia bien ochentosa, de color negro y verde fluorescente (según mi vieja, me venía bárbaro).
Por suerte, justo debajo de la campera había otra cosa: era un paquete con una nota que decía “De parte de los reyes, a pedido de tu tío Julio”.

Nota: para los que no saben quién es mi tío lean Juguete Perdido

Volviendo a la historia, abrí el paquete y resultó ser una caja de golosinas importadas (como no podía ser de otra manera). Posiblemente los que lean este blog no recuerden las barritas “Wispa”. Son unas barritas de chocolate rellenas con una pasta dulce bastante artificial, pero muy muy rica.
Inmediatamente quise abrir mi paquete de 20 unidades para probar una. Pero mi mamá me dijo que no porque tenía que tomar el desayuno. Después de insistir un rato me dejó llevarme una barra al escuela, para comer durante el recreo.

Llegué al colegio e inmediatamente empecé a hacer gala de mi tesoro tan codiciado. Mostré la barra como quién muestra a sus amigos las fotos de Facebook de la mina que se está volteando.
Para la hora del recreo el rumor se había esparcido, yo me había convertido en “el chico de segundo con la golosina importada”. Me vi rodeado de gente de primero a cuarto grado, todos pidiendo ver la barra o que les convidara un pedazo. Algunos incluso me ofrecían hacer cambio por un pilón de figuritas o por cuatro turrones de maní.
Yo, celoso y angurriento, solamente convidé un mordisquito a Alan, mi compañero de banco y mejor amigo desde salita de cuatro. Demás esta decir que la golosina estaba más buena que un crucero al Caribe.

Así fueron pasando días y barritas, convidando poco y nada y disfrutando muchos los recreos. Nada parecía evitar que yo me fuera a comer las veinte, hasta que un día pasó lo imposible.
Estaba sentando en el patio de la escuela, terminando de liquidar la barra número 18, cuando Andrea (la chica más linda de segundo grado A y B juntos) dejó de jugar al elástico para venir a sentarse al lado mío. Me miró con sus ojos claros y, mientras se acomodaba la colita rubia, me saludó

Andrea
Hola

Marian
(terminando de tragar)
Hola

Andrea
¿Son ricas esas barras?

Marian
Si, muy ricas. Acá no se consiguen igual, me las trajo mi tío de afuera

Andrea
Algún día me gustaría probar una. ¿Por qué le convidaste nada más que a Alan?

Marian
Por qué es mi mejor amigo y compartimos casi todo

Andrea
Pero hay cosas que son más que mejor amigo. Por ejemplo, si fuéramos novios compartiríamos todo todo.

Marian

Andrea
Bueno nene ¿Me vas a preguntar si quiero ser tu novia o no?

Marian
(más rojo que huevo de rengo)
¿Querés ser mi novia?

Andrea
Si

En esa época de inocencia no tenía claro lo que estaba pasando, pero ahora se que es obvio. Me estaban manipulando para poder llegar a mi golosina (no, “golosina” no es un eufemismo para “poronga”, aunque en ese contexto lo parezca).
El martes y jueves siguientes llevé las dos barras que me quedaban al colegio. Las partimos a la mitad con mi nueva novia y durante unos días todo pareció perfecto.

Por supuesto que las cosas se empezaron a pudrir cuando se me acabaron las golosinas. Andrea de golpe dejó de sentarse conmigo en los recreos y ya no me daba la mano cuando entrábamos al colegio.
Al octavo día llegó el momento fatídico. El Gordo Gutiérrez llegó al colegio con una bolsa llena de golosinas: el papá había empezado a trabajar en FelFort y todos los meses recibía kilos y kilos de productos gratis.
Durante el recreo se me acercó Silvana (la mejor amiga de Andrea) para avisarme que ya no era más ni novia, ahora era la novia de Gutiérrez. Yo me quedé sentado en silencio, sin entender que había pasado.  

Nueve años después me la crucé a Andrea en un boliche. No me vió, pero yo la reconocí enseguida. Los mismos ojos, el mismo pelo e igual de linda. Estaba cambiando besos y un rato de apriete en un rincón por tragos gratis.

Esa noche me dí cuenta de cuán cierto es lo que dicen sobre los hábitos y costumbres. Andrea estaba ahí, una prueba viviente de cómo ciertas conductas se repiten una y otra vez, aunque la situación no sea idéntica
Yo, si bien tuve mi primer desamor conciente, pude entender que una relación se basa en compartir: golosinas, plata, alquileres, camas, alegrías, tristeza…todo se parte por a la mitad…

PD: Si chicos, Andrea también