7 ene 2012

Cuestión de Instintos (Parte III)


Sin embargo desgasta a varios niveles. A nivel físico, teniendo en cuenta que seguía viendo a Cecilia bastante seguido y que en los huecos me juntaba con Natalia, se complicaba mucho tener una noche para descansar tranquilo.
A nivel emocional también era desgastante, que es otra forma de decir que mi cabeza era un recontra quilombo. Las cosas con Ceci marchaban mejor que nunca, nos estábamos volviendo una de esas parejas que tienen sus propios códigos que nadie más entiende, que hacen juntos cosas cotidianas como comprar muebles y pedirse la opinión del otro sobre las decisiones que se iban a tomar. Éramos una pareja con todas las letras, simplemente faltaba el formalismo de que me pusiera delante de su familia y amigos y me presentara como el novio.
Mientras tanto, con Natalia también estábamos teniendo un comienzo de relación inmejorable. Muchas veces, cuando se desea y espera mucho algo, se genera mucha expectativa al respecto. Esto provoca que, cuando finalmente se da, la realidad termina por desilusionar, porque no cumple con lo que se esperaba. Con ella no pasaba nada de eso. Habíamos esperado media década para que pase y lo que estábamos viviendo cubría con creces lo que habíamos imaginado. Curtíamos con una química brillante; nos quedábamos hasta tarde viendo películas viejas y malas que nadie en el mundo, excepto nosotros, podía considerar geniales; siempre estábamos de acuerdo sobre qué plan hacer, fuera una película, un recital o un bar, siempre los dos queríamos ir al mismo lugar.

Así que ahí estaba, atrapado en el medio de dos relaciones increíblemente positivas y con mucho potencial. Cualquiera diría que era un tipo con suerte, que la estaba pasando genial, pero la verdad es que no. No podía sacarme de encima la sensación de que estaba siendo un forro, cagando a dos chicas que parecían estar interesadas en mí de verdad.
Jorge, como buen amigo, trato de relajarme y sacarme peso de los hombros, diciendo que no era mi culpa haber cedido a una “calentura retroactiva”. Para los que no saben, explico brevemente. La “calentura retroactiva” es ese sentimiento, esas ganas que uno le guarda a una persona de su pasado a la que siempre quiso voltearse pero nunca pudo. Para muchos, este tipo de calentura habilita a mandarse mocos, basándose en la idea de que a esa persona en particular le tenés ganas desde hace mucho –incluso desde antes de conocer a tu pareja actual- así que si ahora se te presentó la oportunidad de cogértela, entonces lo mejor es garchasela y cerrar la historia de una vez por todas.

Obvio que después vino la cagada a pedos posterior, ya que la “calentura retroactiva” llama a darte masa con la persona de tu pasado 2 o 3 veces como mucho, pero meterte en una relación no es para nada la idea.
En esto último tuve que darle la razón a mi amigo. La calentura, en última instancia, era algo instintivo, dominado por años de evolución. Sin embargo, yo estaba siendo infiel con ambas a nivel sentimental y eso era la verdadera infidelidad.

Fue entonces cuando decidí tomar la decisión más madura y pelotuda que hice en mi vida. Estaba con dos mujeres adultas e inteligentes, que en su momento habían dicho las cosas con total sinceridad. Lo mínimo que podía hacer era pagarles con la misma moneda.
Así que cite a ambas con un día de diferencia y les hable honestamente. No éramos novios, nunca habíamos hablado de exclusividad, así que les confesé lo más delicadamente posible que estaba viendo a otra persona, pero que a la vez no quería cortar nuestra relación.

Cecilia estalló por fuera. Empezó a llorar y me dijo que era un hijo de puta, que hasta un ciego podía darse cuenta que ella se estaba enamorando de mí. Si yo no me había dado cuenta de eso, entonces era un pelotudo. Y peor todavía, si me había dado cuenta y de todas formas había hecho lo que hice, entonces era un reverendo hijo de recontra mil puta. En cualquiera de los dos casos no quería volver a verme nunca más en la vida.

Natalia también estalló, pero por dentro. Dijo algo como “esta todo bien”, después de todo nunca habíamos hablado de exclusividad. Sin embargo pude escuchar el estruendo en su mente, mientras todo el escenario se venía abajo. Se daba cuenta que le había mentido, le había dicho que estaba solo y no era cierto. De golpe, nuestra relación real quedó muchísimo más debajo de la que ella había imaginado. Y lo peor de todo era que había arruinado la única relación a la que había apostado después de terminar con su ex. Esto lo supe meses después, cuando hablando con Luis me enteré que Natalia había ido a ese encuentro especialmente para verme a mí, para tratar de arrancar lo que en su momento no había podido ser.
Después de ese encuentro no respondió mis mensajes, mis mails ni mis llamados. Fue un estallido totalmente silencioso.

Si uno lo piensa, todo esto se reduce a instintos y como cada uno de ellos puede superar al otro. Fue mi instinto de protección lo que me hizo enamorarme de Cecilia, mientras que mi más bajo instinto sexual –mezclado con ese querer lo que esta fuera del alcance que mantiene viva la “calentura retroactiva”- paso por arriba con todo eso y me hizo caer en Natalia.
Pero, al momento de sincerarme, no tuve en cuenta que iba contra el más primordial de todos los instintos humanos, el instinto de auto-conservación. Porque al final, sin importar cuan fuerte sea el amor, ninguno de nosotros quiere quedarse con alguien que nos lastimó.