13 feb 2011

La Realidad Es Una Bombacha Húmeda (Parte II)


Pero en esa semana hubo 3 hechos que me marcaron, y me hicieron conocer la verdad de las cosas:

1. Durante la primera noche, después de comer y lavar todo, me le acerqué con intensiones bastante obvias, que ni me molesté en disimular. Pero ella me paró el carro

Nadia
No, Marian, para.

Marian
¿Qué pasa?

Nadia
(con una mueca)
Es que… no puedo

Marian
¿Cómo no podes?

Nadia
Claro, estoy saliendo de esos días. Igual mañana ya voy a poder.

Tardó por lo menos unos 20 segundos más en caerme la ficha de lo que estaba tratando de decirme. No por no entender bien como funciona la biología de la mujer, sino por no haberlo tomado en cuenta para nada.
 ¿A caso la Coca Sarli había parado alguna vez a un hombre al grito de “No, hoy no que estoy menstruando”? Hasta donde yo había visto (e imaginado) las mujeres siempre estaban disponibles… pero me acababa de desayunar lo contrario.


2. Al día siguiente, Nadia se me acerca sonriente

Nadia
Ayer te portaste re bien. Por eso te ganaste un premio especial. Es una sorpresa sexy para esta noche.

Marian
(pensando)
¡Una sorpresa sexual! ¡La primera de mi vida! ¿Qué podría ser? Se va a poner un portaligas. No se va a disfrazar de colegiala, o de geisha. No, me va a atar a la cama con unas esposas o una bufanda. Uh, no importa que sea, esto va a estar bueno.

Cuando por fin llegó la noche se acercó vestida común y corriente. Tratando de aferrarme a mis fantasías, no descarté el portaligas ni la atada a la cama. Pero cuando nos empezamos a besar y le saqué parte de la ropa, me encontré con que la “sorpresa sexy” era una bombacha y un corpiño con algunas transparencias y algún que otro adornito. Era levemente más agradable que una ropa interior común y corriente, pero no algo “sexy”.
Por un momento me indigne y hasta perdí la concentración. Era una estafa, un engaño. Es como si te prometieran que vas a conocer a alguien muy famoso y que llegues todo emocionado para encontrarte con Mateyko o, no se… con el cantante de Pier.

No entendía bien su actitud tan jodida. ¡¿Tan difícil era acaso?! ¿Cómo hacía Madonna sino para calzarse un portaligas, atar a Willam Defoe a la cabecera de la cama y montárselo hasta la frontera con México? No era tanto lo que estaba pidiendo.

Más tarde esa noche, cuando se me paso un poco la confusión, entendí que no era culpa de ella. No tenía porque conocer mis ratones, yo nunca se los había contado…
¿Conocía yo sus fantasías? No, y no tenía idea de cuales pudieran ser. Y si, Madonna sabía calentar a los tipos en esa película, pero probablemente esas escenas habían sido escritas por un hombre que sabía bien que tipo de jueguitos nos calientan.

Con todo esto logré racionalizar por fin que no era su culpa. La perdoné, pero también aprendí dos cosas importantes. La primera es que pocas mujeres van a entender mis fantasías de una, al menos que se las cuente.
La segunda es que muchas mujeres no estarían dispuestas a cumplir mis fantasías porque les darían asco…  y tienen razón, por eso no se las cuento.
Es un puto círculo vicioso.


3. A pesar de todos los traspiés estábamos pasando la semana bastante bien. Para se la primera convivencia que tenían un chico con 17 recién cumplidos y una chica con 19 se podría decir que era excelente. Hasta que me encontré con un detalle mínimo, que derrumbo todo al carajo.
Estaba entrando una tarde al baño para darme una ducha, cuando la vi. Estaba colgando de la canilla de agua fría del baño, girando lentamente, de forma acompasada. Era una bombacha descolorida y gastada, oscurecida por el tiempo y por el agua que la había humedecido, con las costuras deshilachadas y algo vencidas.

¿Por qué me molestó tanto? La verdad no fue la bombacha, sino todo lo que ella representaba.
Toda la vida los hombres vemos a la ropa interior de mujer no como un equivalente a nuestro calzoncillo, sino como el guardián de una de las cosas más deseadas por todos. La bombacha es eso que está ahí como un banderín que nos indica que estamos por llegar a la meta. Es un pedacito de tela cuya única razón de ser es esperar a que nosotros la saquemos despacio, ilusionados, felices y nerviosos a la vez, pensando en lo que está por venir.
Ver una cosa tan mágica húmeda y colgando de la canilla nos recuerda que la bombacha no es más que eso. Y peor aún, nos hace darnos cuenta que no espera por nosotros, sino que baja innumerables veces a la semana, cada vez que una mujer se ducha o se cambia o va al baño!!!

Esto último es lo peor, sin lugar a dudas. De hecho, si listáramos las 5 cosas que un hombre jamás querría imaginarse el ranking sería algo así:
1. Sus padres teniendo sexo (esa se aplica a ambos sexos)
2. Su abuela desnuda
3. Una mujer menstruando/colocándose un tampón
4. Una mujer cagando
5. Una mujer pillando.

Una simple bombacha con demasiado kilometraje nos recuerda automáticamente a los puestos 3, 4 y 5 del ranking y eso es más que suficiente para ponernos nerviosos.

Suena inmaduro, pero eso se aplica a cualquier hombre occidental, tenga la edad que tenga. Tal vez en China o en una tribu africana las cosas sean diferente, pero de éste lado del globo los hombres preferimos hacer de cuenta que una mujer no caga!!
Durante un viaje a Bolivia vi como una mujer con pollera se bajaba la bombacha, se agachaba a un costado de la ruta y hacía pis con total naturalidad. Hasta el día de hoy uso esa imagen grabada a fuego en mi cerebro cuando necesito bajar alguna erección inoportuna.

Y así es como funciona nuestra cabeza.

Volviendo al baño, finalmente corrí la bombacha y me duché igual, pero el daño ya esta hecho. Nadia no tardó en darse cuenta que me estaba portando medio raro. Después de que insistiera un buen rato le conté la verdad, de cómo y por qué esa bombacha me había golpeado como un plachazo en la frente.
Por su puesto que se enojó, discutimos y me echó de su casa. Me dijo que no quería verme más porque era un inmaduro de mierda.

Tenía razón a medias, pero tarde un par de años en darme cuenta de eso. Los dos éramos unos inmaduros. Durante toda la semana habíamos sido como dos nenes jugando al papá y a la mamá, con la única diferencia de que teníamos edad suficiente para entender el costado sexual de ese juego.
Y a pesar de que me llevé otro tropezón amoroso, el juego lo gane yo, porque saqué mucho más de ella que yo de mí. Para ella yo fui un chico inmaduro con el que salió unos meses y cogió un par de veces. Yo de ella saqué verdad, revelación.

A los 17 años había tirado abajo ese castillo de cristal que muchos no logran derribar hasta los 20 o 30 o, a veces, no logran tirar nunca.
Había vivido de primera mano la realidad de las cosas. ¿Seguí teniendo fantasías sexuales locas después de eso? Obviamente si. Pero ahora entendía que la realidad no tenía que ser necesariamente así, por lo que no me iba a desilusionar si la próxima chica con la que estaba no se vestía de odalisca y bailaba semidesnuda para mí.

Y como recordatorio, en vez de un nudo en el pulgar, tenía una imagen grabada en la mente. Desde aquel día, la verdad es para mí una bombacha húmeda y descolorida, que se balancea acompasadamente mientras cuelga de la canilla del baño. 

5 feb 2011

La Realidad Es Una Bombacha Húmeda (Parte I)

Tanto hombres como mujeres tienen fantasías. De chicos vemos televisión y películas e imaginamos como va a ser cuando seamos grandes y estemos en pareja con alguien.
La diferencia se da por las cosas que vemos y fantaseamos. Las mujeres ven muchas comedias románticas, y por eso sueñan con gestos super románticos, cenas a la luz de las velas y chicos malos que van a redimirse al ver que están enamorados de ellas.
Los hombres vemos cualquier película que prometa mostrar almenos una teta, para eventualmente evolucionar a películas eróticas y llegar finalmente al porno hecho y derecho. Esto da, por lógica, que fantaseemos con tener sexo y con todos sus elementos circundantes: escenarios exóticos, lencería, disfraces y demás situaciones.

Por supuesto la realidad nos tiene preparadas cosas muy diferentes, y a mí me tocó conocerlas de la mano de Nadia.

Nos habíamos conocido en un taller de guitarra que se daba a la tarde en una escuela pública cerca de mi casa. Yo había tenido clases particulares desde los 14 años, y al cabo de dos años de práctica ya podía tocar de forma más o menos respetable, pero no encontraba gente para formar una banda.
Fue ahí cuando mi vieja vio el aviso en la cartelera de una escuela cercana a casa. Era un taller para que chicos y chicas que se iniciaban en la música se juntaran a tocar, tratando de ensamblar alguna canción. Empecé a ir casi a fin de año.

Desde el primer día Nadia me llamó la atención. No solo porque era linda, sino porque era raro encontrarme con una mujer que tocara la guitarra y cantara bien. Sumado a eso, la chica era 1 año y medio más grande que yo y ya iba a la facultad. Todo eso despertó mi interés y mi curiosidad.

Como estábamos más o menos al mismo nivel, el profesor nos juntó y nos hacía tocar juntos. Resultó que teníamos un gusto musical parecido, cosa que no fue rara, su gusto musical era bastante genérico y básico: Zeppelin, los Stones, los Guns, entre otros.
Pero lo mejor era que teníamos química para tocar, y eso lleva a todo tipo de asociaciones en la cabeza de un adolescente, mayormente sexuales. O para ponerlo en términos básicos: Si tocamos bien juntos seguro que cojemos bien juntos.

Se ve que ella hizo una asociación similar, porque al poco tiempo empezó a tirarme palos, que yo no tardé en agarrar.
Al mes de haber entrado, unas dos semanas antes de que el taller termine, ya habíamos empezado a salir.

Estuvo todo bien durante un mes más, cuando llegó Enero y la posibilidad de vacaciones. Yo había terminado 4to año y no me había llevado matemática derecho a Marzo, así que estaba castigado y sin vacaciones.
Fue entonces cuando Nadia, que se iba sola con sus amigas en febrero, me propuso instalarme una semana en su casa, aprovechando que sus padres se habían ido la segunda quincena completa.
Acepté inmediatamente, viendo la posibilidad de seguir transitando mi camino sexual, en el que me había iniciado hacía menos de un año atrás.

Con la excusa de que me iba a lo de un amigo a hacer un estudio intensivo de logaritmos y derivadas, partí a la casa de Nadia.
En mi cabeza seguía repasando lo perfecto de la fórmula. Solos por mucho tiempo, con una chica más grande… y con la que incluso ya había tenido sexo (Chicas: ese es el mejor regalo de cumpleaños que le pueden hacer a su novio, no gasten plata al pedo).
Como yo lo veía, nada podía salir mal.