5 feb 2011

La Realidad Es Una Bombacha Húmeda (Parte I)

Tanto hombres como mujeres tienen fantasías. De chicos vemos televisión y películas e imaginamos como va a ser cuando seamos grandes y estemos en pareja con alguien.
La diferencia se da por las cosas que vemos y fantaseamos. Las mujeres ven muchas comedias románticas, y por eso sueñan con gestos super románticos, cenas a la luz de las velas y chicos malos que van a redimirse al ver que están enamorados de ellas.
Los hombres vemos cualquier película que prometa mostrar almenos una teta, para eventualmente evolucionar a películas eróticas y llegar finalmente al porno hecho y derecho. Esto da, por lógica, que fantaseemos con tener sexo y con todos sus elementos circundantes: escenarios exóticos, lencería, disfraces y demás situaciones.

Por supuesto la realidad nos tiene preparadas cosas muy diferentes, y a mí me tocó conocerlas de la mano de Nadia.

Nos habíamos conocido en un taller de guitarra que se daba a la tarde en una escuela pública cerca de mi casa. Yo había tenido clases particulares desde los 14 años, y al cabo de dos años de práctica ya podía tocar de forma más o menos respetable, pero no encontraba gente para formar una banda.
Fue ahí cuando mi vieja vio el aviso en la cartelera de una escuela cercana a casa. Era un taller para que chicos y chicas que se iniciaban en la música se juntaran a tocar, tratando de ensamblar alguna canción. Empecé a ir casi a fin de año.

Desde el primer día Nadia me llamó la atención. No solo porque era linda, sino porque era raro encontrarme con una mujer que tocara la guitarra y cantara bien. Sumado a eso, la chica era 1 año y medio más grande que yo y ya iba a la facultad. Todo eso despertó mi interés y mi curiosidad.

Como estábamos más o menos al mismo nivel, el profesor nos juntó y nos hacía tocar juntos. Resultó que teníamos un gusto musical parecido, cosa que no fue rara, su gusto musical era bastante genérico y básico: Zeppelin, los Stones, los Guns, entre otros.
Pero lo mejor era que teníamos química para tocar, y eso lleva a todo tipo de asociaciones en la cabeza de un adolescente, mayormente sexuales. O para ponerlo en términos básicos: Si tocamos bien juntos seguro que cojemos bien juntos.

Se ve que ella hizo una asociación similar, porque al poco tiempo empezó a tirarme palos, que yo no tardé en agarrar.
Al mes de haber entrado, unas dos semanas antes de que el taller termine, ya habíamos empezado a salir.

Estuvo todo bien durante un mes más, cuando llegó Enero y la posibilidad de vacaciones. Yo había terminado 4to año y no me había llevado matemática derecho a Marzo, así que estaba castigado y sin vacaciones.
Fue entonces cuando Nadia, que se iba sola con sus amigas en febrero, me propuso instalarme una semana en su casa, aprovechando que sus padres se habían ido la segunda quincena completa.
Acepté inmediatamente, viendo la posibilidad de seguir transitando mi camino sexual, en el que me había iniciado hacía menos de un año atrás.

Con la excusa de que me iba a lo de un amigo a hacer un estudio intensivo de logaritmos y derivadas, partí a la casa de Nadia.
En mi cabeza seguía repasando lo perfecto de la fórmula. Solos por mucho tiempo, con una chica más grande… y con la que incluso ya había tenido sexo (Chicas: ese es el mejor regalo de cumpleaños que le pueden hacer a su novio, no gasten plata al pedo).
Como yo lo veía, nada podía salir mal. 

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