30 dic 2010

El Exorcismo (Parte III)

Domingo: Por más que se levantó disimuladamente y tratando de no hacer ruidos pude sentir cada movimiento que hizo Paula antes de irse.  
Conociéndola sabía que lo mejor era hacerme el dormido y no incomodarla ni tratar de forzar conversaciones respecto a si lo de esa noche había significado algo o no.

Abrí los ojos recién cuando escuche el portazo, pero no me levante, sino que me quede tendido de espaldas, mirando el techo y respirando el aroma mezcla de transpiración y perfume de mujer que largaban las sábanas.
Discutí largo rato conmigo, sin poder definir si lo que había pasado fue algo bueno o la pelotudez más grande que se haya visto desde Gran Hermano Famosos.

Al final junté coraje y me levanté. Creo que probablemente fue lo más productivo que hice en todo ese domingo, porque la verdad no funciono muy bien al día siguiente de haber consumido alcohol. Podía sentir como los oídos me zumbaban, mientras masticaba ese sabor a cementerio Maya que tenía en la boca.
Me duché como para despertarme y al sexto mate me empecé a sentir un ser humano de vuelta.

El resto del día lo pase ignorando los llamados telefónicos que podían ser de dos personas solamente. O de Jorge, que se había avivado de que me había ido con Paula (e iba a putearme de arriba a abajo), o de Gabi para preguntarme porque me había ido sin avisar de mi fiesta (y de paso también putearme de arriba abajo)

Lunes: Tres mails importantes


Asunto: Sos um pelotudo

Fija que terminaste tu cumpleaños volteandote a tu ex, o no?

Ahora estoy cubierto de laburo, pero en cuanto me desocupe te vas a comer la cagada a pedos de tu vida…

La próxima atendé el telefóno cagón!!!

Abrazo de gol


Cualquier diría que me tiene bronca, pero la verdad es que me trata de cuidar de mi mismo. Me conoce muy bien. Piensen que todo lo que estoy contando en este blog él ya los sabe…


Asunto: Vos y tu amigo son dos boludos

Pendejo, se puede saber por qué te fuiste de golpe de la fiesta que te armamos??
Por lo menos podrías haber saludado (y agradecido de paso)

Y decile a tu amigo que se deje de romper las bolas con Maca, es buena piba y no quiero que se meta con el tarado de Jorge.

Besos.

Una cosa que hay que saber de mi mejor amigo es que es un poco enquilombado con las minas. Le cuesta ser fiel y es un colgado, que jamás se va a dar cuenta de cuando una chica se está enganchando con él de verdad.
Eso explica en parte la reacción de mi hermana… aunque también esta bastante relacionado con el hecho de que está enamorada de Jorge desde hace varios años


Asunto: Ayer

Marian,

Perdón por haberme ido ayer de tu mientras dormías, pero la verdad me pareció lo mejor. Los dos necesitábamos un tiempo para pensar en lo que había pasado… por lo menos yo lo necesitaba…

Primero que nada quería decirte que la pase muy bien y me gustó haber estado con vos de vuelta…
No creo que lo de ayer haya sido un error y  si me encontrara en esa situación lo volvería a hacer.

Pero para serte honesta no quiero hacer una montaña de un grano de arena. Nos vimos de vuelta, cojimos y nada más… no quiero ponerme a discutir si significó algo o no…

Creo que lo mejor sería verlo como el cierre ideal que nuesta relación necesitaba, no te parece??

Besos.
Paula

Cualquiera pensaría que después de eso tendría que haberme quedado destrozado, hecho una ameba en el escritorio de la oficina, babeando y tratando de cortarme las bolas con una tijera para papel o de sacarme el ojo con un marcador…

Sin embargo mi reacción fue completamente diferente. Mientras cerraba la sesión apurado (para que el pelado vigilante de mi supervisor no viera que había abierto mi mail personal) me dí cuenta que había ejecutado una digna del Diego (o tal vez del Enzo)

Para ponerlo en las palabras de John Cusack en la peli “Alta Fidelidad”: ¿Qué mejor manera de exorcizar a los demonios del rechazo que teniendo sexo con la mujer que te rechazó?
El mail tenía razón, éste era el cierre ideal para lo nuestro. Esa noche con Paula había sido el exorcismo que necesitaba para encontrar un final.

Ahora puedo empezar a buscar un nuevo principio.    

23 dic 2010

El Exorcismo (Parte II)

Sábado: Como en todo cumpleaños, me desperté cuando mi vieja me llamó a las 9.23 hs, por ser la hora exacta en la que nací.
Hubiera querido hablar rápido y cortar para poder seguir durmiendo, pero ella insistía que me tenía una novedad: Julio, mi tío garca, volvía el lunes de Estados Unidos y se quedaba hasta después de navidad.
Después de una conversación llena de “si” y de “ajá” cortó, dejándome desvelado y con mucho tiempo para pensar en lo de esa noche.

La realidad es que seguía repasando lo que había pasado el jueves y no podía dejar de preguntarme como pude haber sido tan pelotudo.
Por suerte al cabo de 10 minutos me aburrí de hacerme la misma pregunta y decidí que si la iba a ver esa noche tenía que estar en la mejor condición posible. Porque es así chicas, a los hombres también nos gusta que nos vean bien las que nos dejaron, para que vean lo que se están perdiendo… yeguas.

Perdón. Volví.

Me levanté y respondí un par de mensajes de texto, un par de publicaciones en el muro de Facebook (de gente que no veo hace por lo menos 3 años) y algún que otro anticuado llamado telefónico, bien de tía abuela o de amigo cercano. Entre ellos mi mejor amigo…

Jorge
Che pejerto, me enteré por tu hermana que invitaste a tu ex a la fiesta
(Si, Jorge putea como si estuviéramos en los ’90)

Marian
Bueno, fue algo que paso. No es que la llame especialmente para eso. Estábamos charlando, el tema surgió… y no daba no invitarla

Jorge
Vos sos un boludo. Reventé la agenda de contactos para buscar a cuanta loca conozco para que pases un cumpleaños bien feliz y vos venís a invitar a tu ex…

Marian
¿Qué tiene que ver eso?

Jorge
¿Cómo que tiene que ver? Yo te conozco bien. Con Paula ahí te vas a congelar, no vas a hablarle ni a una mina. Es más, hasta vas a tener miedo de hablarle a la moza para pedirle un trago.

Marian
Nah, dejate de joder exagerado…

Jorge
Vas a ver que tengo razón

Y por su puesto que tenía razón. Llegue al boliche puntual y fui recibido al grito de ¡Sorpresa!, a pesar de que era obvio que no era sorpresa…
Al ver las caras me di rápidamente cuenta de algo. Todas las personas que no ubicaba, pero absolutamente todas, eran minas. Según me enteré después, resultó ser que Jorge no sólo había invitado a cuanta mujer conocía, sino que además había convencido a mi hermana que traiga a sus amigas de la facultad. Esto no es un dato menor, ya que Gabi estudia psicología en la UBA, o sea que va a una de las facultades con más minas de la capital.

En el primer pantallazo no vi a Paula. Me tranquilicé y arranqué con la maratón de saludos. Después recolecté un fernet en la barra y me entretuve charlando con un par de amigos que hacía rato que no veía.
Jorge y mi hermana me presentaron a un desfile de chicas, de todas las edades y tipos. Pero por alguna razón no estaba cómodo. En una palabra, me congelaba, como bien había dicho mi amigo.

Pasaron un par de horas entre charlas indiferentes y varios fernets. Cuando ya estaba en un estado claramente “alegre” (bah, entonado) sentí que me tocaban el hombro. Me dí vuelta y me encontré de frente con Paula, sonriente y con una bolsa de regalo en la mano. Saludé y casi al instante me agarró Jorge

Marian
¡Que paja! Ya pensé que no venía

Jorge
¿Cómo estás? ¿Entero?

Marian
Sexto Fernet en dos horas

Jorge
Mmmm. Suficiente para mandarte una cagada…

Marian
Puede ser. ¿Qué hacemos?

Jorge
Quedáte tranca que acá esta Jorgito nene. Yo me encargo de que no te mandes ninguna.


Si hay algo que puedo decir de Jorge es que es un amigo de fierro. Está siempre y no te falla… salvo que le pongas adelante un buen escote, ahí es capaz de olvidarse que a su vieja la está a punto de atropellar el 60 .
Y con tantas mujeres alrededor, tenía los números en contra. Como a la media hora había desaparecido atrás de Macarena, la más pechugona de las compañeras de Gabi.

Yo, sabe dios porque, terminé hablando con Paula. Pero no fue malo, ni incómodo, ni raro, sino todo lo contrario. Fue como volver casi un año atrás, cuando recién nos conocíamos, cuando sentíamos que había toda una persona por descubrir.
Nos reímos. Me acordé que me gustaba su sentido del humor, parecido al mío, pero más ácido y sincero.
De a poco la charla pareció quedarnos chica y comenzó un contacto tímido agarrándonos de la mano, cada vez más cerca uno del otro.

Para las 4.30 ella me dijo que tenía sueño y yo le ofrecí compartir un taxi. Salimos y paramos uno. Cuando nos preguntó a dónde ir yo dí la dirección de mi casa… de nuestra casa. Paula me apretó fuerte la mano, dándome a entender que estaba de acuerdo…

Domingo: Finaliza en El Exorcismo parte III

13 dic 2010

El Exorcismo (Parte I)

En los cumpleaños hay dos extremos. Por un lado están los que odian cumplir años y les fastidia todo lo relacionado con festejos, saludos y demás. En el otro tenés a los que consideran su cumpleaños como el mejor día del año, ergo lo esperan y lo viven con una emoción casi infantil.
Yo creo estar algún punto en el medio y, dependiendo como fue el año que estoy dejando, puede que me vaya más para un lado que para otro.

Hace un par de semanas cumplí 30 años. Esta vez el aniversario de mi nacimiento me encontró con una postura bastante más cercana a la primera (la del odio).
Entre las razones más obvias cabe citar el hecho de que pasé de tener una edad que empieza con 2 a una que empieza con 3… Se que es nada más un año de diferencia, pero cualquiera que haya pasado por eso sabe que el impacto psicológico es digno de Hiroshima.

Otra razón es la violenta epifanía que tuve unos meses atrás y que dio vida e este blog. Aparejado a eso viene el hecho de que Paula (la N° 73) pasó por el departamento que hasta hace poco compartimos a buscar unos CDs que eran suyos… O sea… unos CDs!!! Quién mierda se calienta por recuperar unos CDs cuando tres minutos en Taringa! son suficientes para bajarte cualquier cosa que se te cante…

Como buen boludo que soy me empecé a hacerme la cabeza y se me ocurrió que eso podía ser una excusa para verme. Traté de sacarme esas ideas de la mente  y seguir con mi rutina semanal, pero me fue prácticamente imposible.


Lunes: Mail.

Asunto: Los Cds

Marian,

Como andas??    (como mierda pensas que ando!!)
Espero que bien  (seguí esperando)

Te escribía por el tema de los discos que son míos y quedaron en tu casa 
(palabra clave: tu)

Voy a estar pasando a buscarlos miércoles o jueves…

Saludos



Martes: Nada

Miércoles: Idea: si vuelvo y los CDs no están es que vino mientras estaba en el laburo, lo cuál manda a la mierda a mi teoría de “excusa para verme”.
Volví y los discos estaban ahí

Jueves: Quince minutos después de que llegué se escucha la puerta. Paula entra con uno de sus vestidos “de oficina”. Me saluda y automáticamente se instala un silencio incómodo. Mientras busca los CDs intercambiamos preguntas indiferentes, hasta que ella tira una pregunta estúpida, que me descoloca totalmente


Paula
El sábado se viene tu cumple de 30 ¿no?

Marian
Si, ni me hables. Un bajón que se me acaben los veintes

Paula
Bueno, supongo que por lo menos le vas a dar una despedida como se merece. ¿O no lo vas a festejar?

Marian
Si. Jorge y una de mis hermanas planean una fiesta “sorpresa” en un barcito en Palermo.

Paula
(risas)
Veo que de sorpresa no tiene nada ya


Fue en ese momento que nos quedamos los dos callados, dándonos cuenta que estábamos en una posición terriblemente jodida.
Mi cumpleaños nos agarraba en un limbo absoluto, en el que ya no éramos pareja, pero había muchas cosas en el medio, por lo que tampoco estábamos en condiciones de tratarnos como amigos. Por todo eso no podía invitarla a la fiesta.
Pero, por un descuido de ambos, la inocente charla que estábamos teniendo amenazaba toda esa frágil estructura. 

Lo que iba a pasar a continuación era predecible. Yo la iba a invitar, medio de obligación, para demostrarle que soy maduro y que “esta todo bien”. Ella iba a aceptar para demostrarme a mí que era tan madura como yo.
Y así fue… Paula dejó nuestro (mi) departamento esa tarde de jueves con 12 Cds bajo el brazo y la dirección de un bar de Palermo Hollywood en la cartera.

Viernes: Tren de pensamiento del día: que boludo – que boludo – que boludo – llegó a casa y me corto las bolas – que boludo – en una de esas no viene y zafo – que boludo - ¿la cuchilla tendrá filo?... digo, para cortarme las bolas – que boludo – a lo mejor no viene – la puta que me parió a mí y a mi madurez fingida – a lo mejor no viene – a lo mejor no viene – a lo mejor no viene – PARA… ¿y si viene? – mejor antes de cortarme las bolas paso por la peluquería para cortarme el pelo, porque en una de esas….viene.

Sábado: Continuará en El Exorcismo parte II

30 nov 2010

La suerte no me sonríe, se caga de risa en mi cara

Yo creo en la suerte… Mejor dicho, creo en la mala suerte, ya que le vi la cara de cerca varias veces.
No confundan, no soy de esos casos extremos, que salen a la calle y automáticamente le roban, los mea un perro y se les cae un rinoceronte africano en la cabeza (todo con una diferencia de segundos). No, lo mío es más sutil… más por el lado de la suma de pequeñas cosas. Todo esto me rompe un poco las pelotas, pero no me impide seguir con mi vida. Para resumir, si la vida fuera un partido de poker, diríamos que la suerte esta de mi lado, pero solamente para decirle a los otros que cartas tengo
Con todo esto, yo estaba seguro que era alguien con mala suerte, hasta que conocí a Constanza.

Volvía caminando a mi casa, puteando internamente porque con 15 años era muy pendejo para manejar. Y, para colmo, las puteadas se mezclaban con los huevos, que se me habían subido a la garganta por tener que cruzar la vía del Sarmiento a las 4.40 de la mañana a la altura de estación Flores.
Habiendo superado la plaza, que con la iluminación nula que tenía en el ‘95 era más peligrosa que Kosovo, deposite mi tierno y virgen orto en mis manos y me dispuse a cruzar. Entonces sucedió lo impensado: casi a las 5 de la matina de un domingo la barrera se bajó y empezó a pasar un tren.

Estaba puteando mi suerte hasta en rumano, cuando escuché una voz por lo bajo

Chica
Esto es mi culpa

Si antes tenían los huevos en la garganta, en ese momento se me fueron sin escala a los pómulos. Sentí esa sensación adrenalínica en el cuerpo, como cuando sabés que ya está… te la dieron.
Imaginen mi alivio cuando, de entre las sombras, apareció una chica de flequillo de unos 16 años. Era linda, pero con cara de tristeza. Por su ropa adiviné que venía de bailar.

Marian
Uy disculpa, pero no te vi y cuando hablaste me cagué en las patas

Chica
No disculpa vos. Es mi culpa que nos haya agarrado la barrera

Marian
¿Por qué?

Chica
Porque si. Es mi suerte, bah, mi mala suerte, que de vez en cuando salpica a los demás

Marian
No te creas, mira que yo también estoy bastante meado por los Brontosaurios

Chica
(risas)
¿Alguna vez se te cayó encima un balde de pintura de una obra en construcción justo cuando estabas por entrar a tu cumpleaños de 15?

Marian
(risas)
¿Me estas jodiendo?

La charla siguió y ya no tuve miedo de cruzar la vía. Tampoco tuve miedo de acompañarla hasta la casa todo el camino, incluso cuando efectivamente nos la dieron media cuadra antes de su puerta. Ella se volvió da disculpar, diciendo que era su suerte. Yo la consolé asegurándole que caminar a esa hora por esa zona era pedir que te afanen a los gritos y después la distraje puteando acerca de la fiaca que daba tener que hacer el DNI nuevo.
Esa noche me fui a dormir con un número de teléfono anotado en la palma de la mano

Con Constanza salimos tres veces y no puedo decir que la haya pasado bien. Era linda y simpática, pero muy negativa. Además, promediando la primera salida, empecé a sospechar que lo de la suerte tenía su fundamento
La pasé a buscar y caminamos hasta la parada del colectivo. Cuando estábamos a media cuadra vimos como se iba uno. El siguiente tardó varios minutos en venir, durante los cuales, de la puta nada, se largó a llover. Y cuando finalmente apareció, el colectivero freno mal por el asfalto mojado y tocó a un taxi que estaba parado en el semáforo. Colectivero y tachero terminaron agarrándose a piñas y todo eso llevó a que tengamos que esperar otro más. El resultado: llegamos tarde al cine y nos quedamos sin entradas.
Volvimos a su casa comiendo un helado, aunque no conseguimos del sabor que queríamos.

Durante la segunda salida fuimos a un Pumper Nic (uno de los pocos que quedaban en ese entonces). Entramos y automáticamente ella se pegó un resbalón insólito y cayó dándose la cabeza contra el suelo. Medio local pudo escuchar ese sonido tan característico que hace la cerámica cuando golpea el cráneo humano.
Dos segundos después vimos aparecer a un pibe granoso de unos veintitantos, debajo del brazo llevaba un caballete de plástico que rezaba “¡Cuidado! Piso mojado”
A Constanza la acompañe de vuelta a la casa porque estaba mareada.

Dos semanas después, cuando se le pasaron los vómitos nocturnos y los mareos, nos dimos cita por última vez. Probablemente fue la salida más corta de mi vida.
Para minimizar los riesgos ella sugirió que fueramos al bar de la vuelta de su casa. Yo acepté, con la esperanza de poder robarle un beso sin sabor a Kinotos al Rhum o aliento a vómito. 
Sin embargo, apenas entramos al bar, un titilante tuvo de luz se desprendió. Pero no se soltó del todo, cayendo directo al piso, sino que se aflojo primero de un costado, por lo que hizo un efecto péndulo que, en su mismo clímax de impulso, se encontró con mi frente.   

Me senté en una silla mientras el dueño se deshacía en disculpas y me alcanzaba algo para que parara el sangrado.
Constanza se sentó a mi lado con aire tierno

Constanza
Marian, la verdad que sos un lindo bárbaro, pero no podemos seguir saliendo.

Marian
¿Por qué?

Constanza
Nuestras salidas son cada vez más desastrosas. Siento que cuando estoy con vos mi mala suerte se amplifica.

Amagué a responder, pero sabía que no tenía caso. A través de dos hilos de sangre vi como ella se inclinaba para darme un último beso, ese beso que yo quería, ese beso con sabor a beso.

Mientras una enfermera gorda de la guardia del Álvarez me daba dos puntos en la frente no pude evitar ponerme a pensar en esas tres salidas.
Lo que había pasado con Constanza no era cuestión de mala suerte, sino de mala sincronía. Si hubiéramos llegado dos segundos antes a la parada, o dos segundos después al bar o al restaurante, tal vez las cosas hubieran sido de otra forma.
Constanza y yo no habíamos encontrado el momento para estar juntos y eso había sido nuestra verdadera mala suerte.

PD: mientras escribía este post (FUERA DE JODA) se me colgó la compu y tuve que empezar de nuevo de cero. Con esto me pregunto: Constanza ¿Tenés mala suerte o directamente sos yeta?

 






10 nov 2010

No hay peor ciego que el boludo

Tengo la teoría de que los humanos somos inherentemente boludos. En más de una ocasión incluso llegue a proponer cambiar la frase “Pienso, luego existo” de Descartes por “Soy boludo, luego existo”.
Y con esto no me refiero a la boludez común y corriente, como podemos encontrar en gente del calibre de Karina Jelinek, sino a algo peor, mucho peor: nuestra capacidad para cegar nuestra percepción… comparable bastante con la calentura.
Pero a no confundir eh!, no me refiero al sexo, sino a la calentura común y corriente. Esa que te hace comprarte una remera y darte cuenta que estaba agujereada recién cuando llegas a tu casa. La que no te deja ver cosas obvias que, por alguna razón, bloqueas.

Algo parecido me paso con Jessica. Salimos 4 o 5 veces hará unos 4 años. Fue una de esas pocas chicas que conocí en un boliche un sábado a la noche. Me acuerdo perfectamente ver a esa piba morocha de ojos claros, bailando con sus amigas.
En ese momento yo estaba haciendo la estrategia del “carroñero” la cuál consiste esperar hasta las 5 para encarar, horario en que las chicas que todavía están solas ya bajan sus estándares y, si a eso le sumamos que vienen tomando alcohol desde las 12 de la noche, las posibilidades de un pibe como digamos…mmm yo, aumentan. 
Fue así que esperé hasta que llegó el momento de hacer la movida. Me le acerque despacio y mirándola fijo. Creó que llegué a musitar un hola, pero no importó. Ella con gran vehemencia se dio vuelta y atacándome ferozmente con un aliento a tequila y frizee capaz de quemar un bosque me dijo

Jessica
Ah bueno. ¿Vos me queres chamuyar a mi? Salí de acá, a vos no te entro NI EN PEDO

Es común escuchar esa frase pero escucharla de alguien que esta efectivamente en pedo la tiñe de un nuevo matiz de realidad. Es desmotivante x desmotivante, bah, es desmotivante al cubo digamos.  
Como reflexionó más tarde mi amigo Jorge, es lo segundo más bajón que te puede pasar en un boliche. Lo primero es que una mina te rebote y horas más tarde verla a los besos con un tipo más feo que vos.
Esto último por suerte no pasó. Es más, a la hora y media la morocha estaba a los besos, pero conmigo. Aparentemente en pedo no me entraba, pero recontra-reempedo si.

Al otro día me desperté en su casa. Por lo que había entendido de sus balbuceos borrachos era del interior y vivía sola en un dpto en Palermo.
A los diez minutos se despertó ella y no tardé en notar que no tenía ni puta idea quién era yo. Después de un rato de charla me invitó sin mucha cortesía a irme, por no decir que me dio un boleo en el orto.

Una semana después estábamos con mis amigos yendo a un boliche. Yo, asumiendo que no iba a volver a verla, estaba preparándome de vuelta para una noche de carroñero cuando me suena el celular. Era Jessica enfiestadísima y hablándome a los gritos, diciendo que fuéramos para el boliche dónde estaba ella.
Me sorprendió recibir su llamado. En parte porque no pensé que quisiera volver a verme, y en parte porque, cuando le había pasado mi número la semana anterior, estaba en un estado de ebriedad tal que hubiera sido imposible para cualquier ser humano manipular un celular. Había algo que parecía no estar en su lugar, pero bueno…
Demás esta decir que poco me costó convencer a mis amigos para ir a encontrarnos con ella. Es un viejo código masculino: “Si un amigo tiene chances de ponerla todos vamos a hacer lo posible para que tenga éxito”. Y tuve éxito

Un sábado después yo decidí buscarla a ella. Entonces, durante nuestras respectivas previas, empezó el baile de los mensajes de texto. Al principio me contestaba cortante y con poca onda, pero a medida que fueron pasando las horas y los mensajes logré convencerla de encontrarnos en un boliche.

Así de informal y caótica siguió la cosa por dos semanas más. Por momentos me rechazaba como si le hubiera prendido fuego a su perra y por otros se me tiraba encima como una loba hambrienta (jajaja, siempre quise usar esa comparación de película porno). Sin embargo toda la cosa no dejaba de hacerme ruido

A la semana siguiente desapareció. Le mande mensajes y la llamé, pero por una varios días no supe nada de ella.
Un sábado a la tarde, de la nada, me llamó y dijo de ir a tomar algo. Tres horas después estábamos sentados en un bar de barrio norte. La conversación fluyó y fue mucho más corta de lo que yo pensé.
                                                          
Marian
¿Dónde anduviste estos días?

Jessica
Fui a visitar a mi familia en Paraná. Salí medio a las corridas y no pude avisarle a nadie

Marian
Pero… ¿surgió algo urgente o grave?

Jessica
No no. Mi vieja quería hablar un par de cosas conmigo. Decía que eran importantes. Ajustes de actitud y cuestiones de vivir sola. Cosas de madre…

Hablamos media hora más hasta terminar lo que habíamos pedido. De vuelta tenía esa actitud de rechazarme, por lo que casi no me sorprendió cuando sugirió que no nos volvamos a ver. Esta vez sonaba más definitivo que nunca.

Después, diciendo que era mejor que cada uno se vaya por su lado, se paró y me dejo sólo en la mesa, mientras esperaba que vinieran a cobrarme. Fue entonces cuando lo vi. En el lugar donde había estado sentada Jessica había un vaso de licuado de banana casi vacío.
Las fichas empezaron a caerme una tras otra, como si alguien me hubiera sacado la venda, o como si me hubieran pegado un cachetazo al grito de “A ver si te avivas pedazo de pejerto”

Todo cobró sentido: la manera en que nos conocimos, las juntadas en boliches siempre tarde, la manera en que la convencí de vernos ya avanzada la previa y porque toda la historia con ella me hacía tanto ruido… No era que ella no me entraba ni en pedo, era todo lo contrario, ella sólo podía entrarme en pedo. Borracha se me venía encima como gorda a pote de dulce de leche; pero sobria me rechazaba como… anoréxica a pote de dulce de leche.

Mientras dejaba en la mesa la virginidad anal por un puto licuado y un vaso de cerveza, pensé en algo que me había parecido poco importante durante la charla: “mi vieja quería hablar un par de cosas… ajustes de actitud…”. Jessica había prometido que iba a dejar de tomar y por eso me había dejado. Me alegré por ella, pero me puse triste por mí. Había tardado demasiado en ver lo que no quería ver… había sido un boludo. 

2 nov 2010

Ser o No Ser... de Puto

Nunca cuestione mi hombría ni mi masculinidad. Soy prolijo y cuido mi apariencia, aunque no de sobremanera. Me baño todos los días, me emprolijo la barba un par de veces por semana y me corto el pelo unas 5 o 6 veces por año. En mi opinión eso el punto medio más sano entre el tipo sucio que va por la vida con “olor a macho” y el metrosexual que usa un arsenal de productos cosméticos.

Ahora, que hay mujeres que buscan los extremos, no voy a negarlo. Es más, la vida me lo enseño hace unos nueve años, cuando por dos meses salí con Lucía.

La conocí en uno de esos lugares dónde uno no espera conocer mujeres. Yo tenía 21 años y empezaba a descubrir cierta independencia económica, por eso decidí comprarme un auto usado, como para sacar a pasear esa sensación de libertad y materializarla en un Fiat Uno Azul
La combinación entre inexperiencia e ignorancia absoluta dio como resultado un auto de mierda, que me dejaba a pata cada dos por tres. Cansado de atarlo con alambre, un día decidí llevarlo al mecánico.

Llegué y ahí estaba Lucía, ocupando el puesto menos pensado. Todo taller mecánico que se jacte de ser tal cuenta con tres personas:
1. Un mecánico viejo que sabe que le pasa al motor con solo escucharlo
2. Uno joven que esta aprendiendo del viejo
3. Un gordo en una banqueta que ceba los mates y que habla de todo menos de autos.

En este caso el papel número 2 resultó estar ocupado por una morocha flaquita y muy linda, de unos 23 o 24 años. Cuando la vi parecía bajada de uno de esos calendarios de carburadores berretas que suele haber en las gomerías.
Salió de debajo de un taxi completamente hecho bolsa y caminó hasta mí manchada de grasa y sudor, per con un aire muy femenino. Don Silva, el mecánico, nos presentó

Don Silva
Lucía, este es Mariano. Es el pibe de Héctor, ¿viste ese que es cliente mío hace 15 años?

Marian
(Extendiendo la mano)
Mucho gusto

Lucía
(Eludiendo la mano y pegándome una piña amistosa en el hombro)
¡¿Qué hacé’ fifi?¡

Me descolocó completamente. Era como hablar con uno de mis amigos. Charlamos un buen rato del auto y de los problemas que tenía. Me dijo que era un “gil” por no haberlo revisado bien, que por ese precio era obvio que me iban a cagar y que eso me pasaba por “ratón”.

Mientras don Silva me revisaba a fondo el motor y el “Gordo Tuerca” me pasaba unos amargos seguimos la charla con Lucía. Me anoté un par de porotos al decir que era de River y que me gustaban Los Redondos. Ella me mostró el escudo que tenía tatuado en el antebrazo y me comentó que tenía tatuada una PR, pero en un lugar que “no daba” mostrarme en ese momento. Agarrándosela al vuelo le dije que entonces me lo podía mostrar en otro momento y otro lugar.
Antes de que me diera cuenta habíamos charlado más de una hora. Al final me dijeron que el auto iba a estar para dentro de dos días, y arreglamos con Lucía que, cuando lo arreglaran, salíamos a probarlo juntos.

La primer salida empezó con tropezones. Antes de salir para el taller me pegué una ducha para sacarme la mugre del día y me tiré un poco de desodorante.
Pasé a buscarla y subimos al auto. Automáticamente me llegó un fuerte olor a chivo… empezaba a temer que fuera Lucía cuando esta dijo

Lucía
Uuuuf.. ¡Que baranda!. Te bañaste en perfume hijo de puta. Jajaja sos peor que una mina

De vuelta me descolocó completamente. De hecho, los dos meses que salimos fueron una descolocada tras otra.
A lo largo de ese tiempo descubrí que para ella era de puto: tomar cerveza que saliera más de 5 pesos, manejar a menos de 80, usar desodorante, bañarse más de tres veces por semana, comer la pizza con cubierto, no agarrarse a piñas con los que insultaban al Indio o a Ramón Díaz, no saber nada de autos, que no te interese el no saber nada de autos, no ir a la cancha todos los domingos (juegue donde juegue), ver películas que no involucren explosiones y a Steven Seagal rompiendo cuellos, escuchar cualquier música relacionada con los años ochenta que no sean Los Redondos, no bancarse un cuarto toc-toc de vodka a las 4 AM después de haber tomado 12 litros de cerveza entre dos, no correr para plantársele a un gordo que iba caminando a 5 cuadras con la remera de boca puesta… etc. En resumen, durante esos dos meses descubrí que era más puto de lo que jamás me hubiera imaginado.

Demás esta decir que se aburrió y terminó por cortarme. Ella necesitaba a un hombre de pelo en pecho, de esos que tocan culos en los colectivos y les chupa un huevo cagarse a trompadas a la salida de los boliches. Y esto no lo digo yo, sino que fue literalmente lo que dijo Lucía el día que me dejó.

Unos meses después volví al taller por otro problema con el Uno. Ahí me enteré que Lucía no estaba, había ido a Santa Fe a ver Colón-River con su nuevo novio.
Mientras el “Gordo Tuerca” me pasaba un amargo que quemaba como la puta madre, me puse a pensar que “macho” no es el que se traga el mate hirviendo sin poner caras, sino el que se lo traga sin miedo a que los otros vean como los ojos se le ponen llorosos.
Le devolví el mate al gordo y me fui sonriente, pensando que Lucía hubiera escuchado ese pensamiento seguro le habría parecido de puto.

PD: Y si leyera el blog seguro le parecería de recontra re puto 

23 oct 2010

Peliculas de Mujer (o Me cago en Hugh Grant)

Cuando vemos una película de mujeres dan un poco de ganas de creer en el amor. Quedaré como un maricón, pero para mí es cierto. Nos enseñan que vale la pena pelear por la persona con la que estas, aún cuando esto implica ponerte en ridículo. Esta historia tiene algo de eso…
Una de las cosas que dicen nos diferencian mucho a hombres y mujeres es la forma de pensar. Los hombres somos lineales, pensamos en términos de blanco o negro, mientras que las mujeres ven toda una larga gama de grises.
Conocer a Martina era darte cuenta que tenías que meterte todo ese lindo paquete de frases hechas en el orto. Ella era simple y sencilla. Creo que una de las cosas que más me atrajo era su falta de hipocresía.

La conocí con 18 años, a mediados del primer año de facultad, en la fiesta de un amigo en común. Ella estaba con su mejor amiga Ana sentada en un sillón en el cual, por esas cosas de la vida, yo fui a caer. Hablamos un rato los tres hasta que, vaya a saber porque, Ana se paró y nos dejo solos. De más esta decir que esa noche me fui con un número de teléfono y unos cuantos besos.

Salimos durante cuatro meses. No los voy a aburrir con detalles boludos como cuantas veces hablábamos por teléfono por día, a donde nos gustaba salir o quien le chupaba que a quien. Lo único que importa acá es que, empezando el quinto mes, cuando yo estaba más enganchado que nunca, tuvimos una pelea increíblemente estúpida, tanto que ni me acuerdo porque fue. Pero como ella no se andaba a medias cerró la cuestión con un “No quiero que nos veamos más”.
La trate de llamar pero me atendía la madre, tocaba timbre en la casa y lo mismo (encima a la madre jamás le caí bien). Piensen que era el año 1998, no había ni Internet, ni mensajito de texto, ni chat, así que tenías dos opciones: o llamabas por teléfono o ponías la cara.

Pase varios días entre deprimido y caliente como una pipa. Fue entonces cuando, viendo justamente una película de mina, se me ocurrió la “brillante” idea de ir al pie de su ventana y cantarle una serenata. Pensé que podía funcionar porque vivía en una casa de dos pisos y su ventana daba a la calle. Era una cosa medio Romeo y Julieta, lo único que en este caso Romeo era un nabo con granos que cantaba desafinado, y Julieta una mina más fría que el pecho de Riquelme.
En fin, embalado en mi nube de pedo “supersport” llame a Juancho, un amigo que tocaba la guitarra, y a Javier, que se daba maña con la percusión. Yo calenté la garganta, me colgué mi criolla al hombro, y saque al romántico que hay en mí.

La canción, mal que me pese, era una mariconada grande como una casa. “As Long As You Love Me” de los Back Street Boys, que en esa época la rompían, y a ella le gustaban.

¿Cómo la cante?, como pude. Encima mi inglés era una mezcla de fonética y unas cuantas clases particulares que me había dado una vecina. Lo importante era que saliera más o menos reconocible. La practicamos dos o tres veces y nos mandamos.
Llegamos a la casa, tratando de no hacer ruido, para que nadie sospechara, y para no despertar al padre que, seguramente, me iba a querer cagarme a trompadas.

Claramente jugado, y soñando con que me iba a perdonar, me puse la diez y grite “Martina, esto es para vos”. Ignorando el hecho de que ni siquiera prendió la luz di la señal y arrancamos. A los 20 segundos se empezaron a prender las luces de todas las casas vecinas, la gente se asomaba de puertas y ventanas a chusmear. Muchos señalaban y se burlaban, otros sonreían con dulzura, pero Martina no me daba ni pelota.

Cuando no faltaba mucho para terminar la luz se prendió y la ventana se abrió, pero en lugar de asomar su cara, con su largo pelo negro y sus ojos café, apareció el padre con una cara de culo que asustaba. Con una seña tajante nos indicó que parásemos y sin cambiar la cara nos dijo. “Córtenla manga de bolas tristes, Martina no esta acá”.

Los tres nos quedamos duros. Mucha gente a nuestro alrededor estalló de la risa, y la verdad que no los culpo, yo me hubiera reído de mi mismo, es más, me hubiera escupido por lo que estaba apunto de hacer.

Prácticamente le supliqué al padre que me dijera dónde estaba. Al final, no se si por compasión o porque tenía muy hinchada las pelotas, me dijo que se había ido a dormir a lo de su amiga Ana, que por suerte vivía a 8 cuadras.

Quince minutos después estábamos en la puerta de su casa. No tenía balcón, pero si una ventana que daba a la calle. Nos paramos pegaditos a ella, nos preparamos y, después de mi dedicatoria, largamos a todo pulmón.

Otra vez los vecinos empezaron a prender luces y a asomarse a chusmear. Pero esta vez la respuesta de la ella no tardó. A la tercera estrofa la luz se prendió y alguien levantó la persiana. Detrás del vidrio aparecieron las caras de Martina y Ana, mirándonos sorprendidas. Su mirada era una mezcla de vergüenza ajena y de “¿que mierda esta haciendo este pendejo?”. Su amiga se moría de risa.

Por suerte no hubo interrupciones, y esta vez llegamos hasta el final. Cuando terminamos pensé que iba a abrir la puerta e iba a venir corriendo a darme un beso. Pero en lugar de eso abrió la ventana y nos dijo

Martina
Váyanse que es tarde. Mañana te llamó Mariano

Yo me quede duro. Al otro día me explico que le pareció un gesto lindo, pero que no íbamos a seguir juntos. El negro para ella era negro.

Mientras volvía a mi casa no pude evitar pensar que la vida sería más fácil si fuera como en una película para mujeres, dónde una corrida hasta un aeropuerto y un sincero “te amo” solucionan todo. Creo que ese día empecé a darme cuenta que la vida es un poco más complicada que eso…

PD: La serenata rindió frutos igual. A su amiga Ana le había parecido lo más dulce que había visto en su vida, y al poco tiempo empezamos a salir. En otro post les contaré porque me dejo.

15 oct 2010

La prueba

Hay un viejo dicho que asegura que las mujeres son de Venus y los hombres de Marte. Al respecto se han escrito libros (aunque la palabra les queda grande) enteros, explicando como una simple diferencia hormonal evita que dos miembros de la misma especie puedan congeniar.
Para mi significó siempre una sola cosa: hay cosas sobre las mujeres que en mi puta vida voy a entender. Florencia tenía una de esas cosas…

Nos conocimos hará unos dos años. La manera fue la más común del mundo: fiesta de cumpleaños de un amigo en común.
Como todo buen hombre la tenía vista desde que entre. Era una chica flaquita y un poco más baja que yo, que charlaba entretenida con una de las hermanas del cumpleañero. En cuanto cruzamos dos miradas seguidas me animé y, con la excusa de saludar a “la hermana de mi amigo” me acerqué a dónde estaba ella.
Charlamos toda la noche. Florencia era una piba con un humor muy sarcástico. Tenía 26 años (uno menos que yo en ese entonces) y estaba en la lucha de ser escritora. Decía que su autor favorito era Wilde y yo le creí, había mucho de su estilo de humor en como te hablaba de las cosas.

Salimos durante casi cinco meses. El único defecto grave que tenía era su inseguridad: en todo ese tiempo hablamos mucho y llegó a ser una relación hiper-intima, pero nunca me dejó leer nada de lo que escribía. Si le insistía mucho se ponía de mal humor.
Además, y he aquí lo que nunca voy a entender, vivía poniéndome pruebas. Se que todas las mujeres lo hacen, pero en el caso de ella era extremo.

Flor
¿Vos me queres igual más o menos que el primer día?

Marian Pensando
(Que carajo es eso?? Un tache donde no corresponde??. Ahora que carajo le contesto??. Que menos no le puedo decir porque me empala. Si le digo que igual va a pensar que en todo este tiempo no avanzó nada la cosa… y si le digo que más va a pensar que el primer día la quería poco… Ma’ si, yo le tiro “acción evasiva”)

Marian
Te quiero un recontra montonaso ¿Eso cuenta?

Flor
Ay, sos un dulce

Marian Pensando
(Vamos carajo!!! Zafamos)


Para colmo se juntaba con un grupo de chicas que, a sus ojos, eran muy lindas. Es válida la aclaración de “a sus ojos”, porque de las cuatro una sola era linda. Las otras tres bien podrían haber sido primas de Skeletor o tumores uterinos confundidos con bebes…
Sin embargo para ella eso era suficiente para preguntar…

Flor
Es re linda la colo, ¿no?

Marian pensando
(Linda? Es tan linda como romperte una muela contra el cordón de la vereda!!! Y encima es colorada!! Pero no le puede decir que es fea porque, de vuelta, me empala. Y si le digo que es linda me hace una escena de celos que no termina hasta las dos de la mañana… Ma’ si, le tiro una respuesta cursi a ver si pasa..)

Marian
Para mi la que es re linda de tu grupo de amigas es esa que se llama Flor

Flor
Jajja. Sos un sonso

Marian Pensando
(Ufff)

En fin. Florencia era demasiado insegura. Por eso me sorprendió el día en que me sentó y me sugirió hacer un trío con Ayi. Ella no solo era una de sus mejores amigas, sino la que más inseguridad le causaba, por ser la única de su grupo realmente linda.
Inmediatamente pensé que se trataba de otra prueba. Le pregunté varias veces incluso si me estaba jodiendo, pero ella insistía que era algo que tenía ganas de hacer

Como cualquier hombre en mí lugar dije que tenía que pensarlo y llamé a mi amigo de toda la vida Jorge. En cuanto le conté de qué se trataba me dijo de vernos en un bar.
Con una cerveza de por medio le explique la situación, el tema de la inseguridad y de las pruebas.

Jorge
A ver si nos entendemos Marianito. Me decís que dos minas que están buenas quieren enfiestarse con vos a la vez. Y vos estas dudando?

Marian
No se, es complicado

Jorge
No es complicado, es simple. Lo tenés que hacer. Y si no lo haces por vos hacelo por mí. No, mejor todavía, HACELO POR TODOS LOS SERES HUMANOS DE ESTE PLANETA QUE TENEMOS PITO Y QUISIERAMOS ESTAR EN TU LUGAR!!

Para ese momento Jorge se había descontrolado. Estaba parado, gritando y agarrándome de la cabeza, mientras las manos le temblaban.
Más allá de su sobreactuación entendí que tenía razón en algo. Se me estaba dando el sueño del pibe y no la podía dejar pasar.

Esa noche me vi con Flor y le dije que estaba dispuesto a hacerlo. Inmediatamente se le transformó la cara y empezó a darme un discurso de que eso probaba que para mí ella no era suficiente, que yo era un egoísta de mierda que siempre quiere más y más…etc etc. Su discurso duró como hasta las 3 de la mañana. Lo del trío fue otra prueba, pero esa vez no la había pasado

Mientras se subía al taxi llorando empecé a pensar en es las pruebas. Las mujeres nos las ponen una y otra vez sin darse cuenta que, muchas veces, nos obligan a responder lo que creemos que quieren escuchar y no lo que realmente pensamos. Así nos terminamos engañando unos a otros, sin darnos cuenta que tal vez las relaciones funcionarían mejor si usáramos más la segunda opción.

PD: Flor, si estás leyendo eso aprovecho para hacerte una confesión: un día mientras te bañabas me senté en tu compu y leí uno de tus cuentos, jamás hubiera imaginado que escribías literatura erótica…