23 dic 2010

El Exorcismo (Parte II)

Sábado: Como en todo cumpleaños, me desperté cuando mi vieja me llamó a las 9.23 hs, por ser la hora exacta en la que nací.
Hubiera querido hablar rápido y cortar para poder seguir durmiendo, pero ella insistía que me tenía una novedad: Julio, mi tío garca, volvía el lunes de Estados Unidos y se quedaba hasta después de navidad.
Después de una conversación llena de “si” y de “ajá” cortó, dejándome desvelado y con mucho tiempo para pensar en lo de esa noche.

La realidad es que seguía repasando lo que había pasado el jueves y no podía dejar de preguntarme como pude haber sido tan pelotudo.
Por suerte al cabo de 10 minutos me aburrí de hacerme la misma pregunta y decidí que si la iba a ver esa noche tenía que estar en la mejor condición posible. Porque es así chicas, a los hombres también nos gusta que nos vean bien las que nos dejaron, para que vean lo que se están perdiendo… yeguas.

Perdón. Volví.

Me levanté y respondí un par de mensajes de texto, un par de publicaciones en el muro de Facebook (de gente que no veo hace por lo menos 3 años) y algún que otro anticuado llamado telefónico, bien de tía abuela o de amigo cercano. Entre ellos mi mejor amigo…

Jorge
Che pejerto, me enteré por tu hermana que invitaste a tu ex a la fiesta
(Si, Jorge putea como si estuviéramos en los ’90)

Marian
Bueno, fue algo que paso. No es que la llame especialmente para eso. Estábamos charlando, el tema surgió… y no daba no invitarla

Jorge
Vos sos un boludo. Reventé la agenda de contactos para buscar a cuanta loca conozco para que pases un cumpleaños bien feliz y vos venís a invitar a tu ex…

Marian
¿Qué tiene que ver eso?

Jorge
¿Cómo que tiene que ver? Yo te conozco bien. Con Paula ahí te vas a congelar, no vas a hablarle ni a una mina. Es más, hasta vas a tener miedo de hablarle a la moza para pedirle un trago.

Marian
Nah, dejate de joder exagerado…

Jorge
Vas a ver que tengo razón

Y por su puesto que tenía razón. Llegue al boliche puntual y fui recibido al grito de ¡Sorpresa!, a pesar de que era obvio que no era sorpresa…
Al ver las caras me di rápidamente cuenta de algo. Todas las personas que no ubicaba, pero absolutamente todas, eran minas. Según me enteré después, resultó ser que Jorge no sólo había invitado a cuanta mujer conocía, sino que además había convencido a mi hermana que traiga a sus amigas de la facultad. Esto no es un dato menor, ya que Gabi estudia psicología en la UBA, o sea que va a una de las facultades con más minas de la capital.

En el primer pantallazo no vi a Paula. Me tranquilicé y arranqué con la maratón de saludos. Después recolecté un fernet en la barra y me entretuve charlando con un par de amigos que hacía rato que no veía.
Jorge y mi hermana me presentaron a un desfile de chicas, de todas las edades y tipos. Pero por alguna razón no estaba cómodo. En una palabra, me congelaba, como bien había dicho mi amigo.

Pasaron un par de horas entre charlas indiferentes y varios fernets. Cuando ya estaba en un estado claramente “alegre” (bah, entonado) sentí que me tocaban el hombro. Me dí vuelta y me encontré de frente con Paula, sonriente y con una bolsa de regalo en la mano. Saludé y casi al instante me agarró Jorge

Marian
¡Que paja! Ya pensé que no venía

Jorge
¿Cómo estás? ¿Entero?

Marian
Sexto Fernet en dos horas

Jorge
Mmmm. Suficiente para mandarte una cagada…

Marian
Puede ser. ¿Qué hacemos?

Jorge
Quedáte tranca que acá esta Jorgito nene. Yo me encargo de que no te mandes ninguna.


Si hay algo que puedo decir de Jorge es que es un amigo de fierro. Está siempre y no te falla… salvo que le pongas adelante un buen escote, ahí es capaz de olvidarse que a su vieja la está a punto de atropellar el 60 .
Y con tantas mujeres alrededor, tenía los números en contra. Como a la media hora había desaparecido atrás de Macarena, la más pechugona de las compañeras de Gabi.

Yo, sabe dios porque, terminé hablando con Paula. Pero no fue malo, ni incómodo, ni raro, sino todo lo contrario. Fue como volver casi un año atrás, cuando recién nos conocíamos, cuando sentíamos que había toda una persona por descubrir.
Nos reímos. Me acordé que me gustaba su sentido del humor, parecido al mío, pero más ácido y sincero.
De a poco la charla pareció quedarnos chica y comenzó un contacto tímido agarrándonos de la mano, cada vez más cerca uno del otro.

Para las 4.30 ella me dijo que tenía sueño y yo le ofrecí compartir un taxi. Salimos y paramos uno. Cuando nos preguntó a dónde ir yo dí la dirección de mi casa… de nuestra casa. Paula me apretó fuerte la mano, dándome a entender que estaba de acuerdo…

Domingo: Finaliza en El Exorcismo parte III

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