13 jun 2011

El Amor Duele (Parte II)


Con Roxana salimos apenas unas tres veces.

La primera fue lo que ella había dicho. Una salida a tomar algo, rara y no demasiada larga. De todas formas estuvo bueno poder hablarle con normalidad y verla sin el ambo medio bordo y el pelo recogido. El pelo suelto le quedaba hermoso.
En un momento determinado se me acercó y me palpó la cara para ver como venía “su paciente”. Sonrío y esta vez le encaje es beso que la otra vez no podía.
Sin embargo fue una victoria medio amarga. Era como ver que, si bien aprobaste el examen, la nota que te sacaste estaba muy por debajo de lo que esperabas. Todo porque, cuando nos fuimos, se había puesto distante y fría, como si algo le molestara un poco.
Ese mismo fin de semana llovió e hizo un tiempo frío y de mierda, así que nos juntamos a la tarde noche en su casa para ver algunas pelis. Si si en su casa. Si solos. Si obvio que lo primero que me vino a la cabeza al escuchar el plan fue la frase “Hoy la pongo” seguida de la imagen de un Marian gritando gol y ondeando una bandera con medio cuerpo asomando por la ventanilla de un Renault 12 que acelera camino al Obelisco.
Pero la noche no empezó tan bien. Me saludó con un beso en la mejilla y me hizo pasar. Me sirvió algo para tomar y casi sin decir palabra mandó la primer película: El Juego del Miedo IV. En esa parte tendría que haber sospechado algo, pero la mayor parte de mi sangre no estaba en el cerebro, sino que irrigaba otro órgano que se salía de la vaina por entrar en acción. Además la película era relativamente nueva, por lo que era una elección lógica.

Apenas arrancó la peli ella se mantuvo a cierta distancia, pero eventualmente se me fue acercando más y más en el sillón de tres cuerpos que tenía. Cualquiera pensaría que era por la impresión, pero yo sabía que la chanca se estaba empezando a calentar con lo que veía.
Terminamos abrazados, aunque mucho no pasaba. Antes de poner la segunda película se me ocurrió ir al baño. Yo me había descalzado para estar más cómodo y a pesar del frío, total en el departamento ella tenía losa radiante. Ese detalle me convirtió la noche por completo, porque cuando volvía del baño tuve el mal orto –en este caso fue buen orto- de darme el dedo meñique del pie contra la mesa ratona de madera. Pero ojo, no fue un golpe así nomás, le di como le hubiese dado un defensor burro que de golpe se encuentra con la pelota y solo frente al arco: de puntin y con todas mis fuerzas.
Y con mi baja tolerancia al dolor a los dos segundos ya estaba sentado en el piso, agarrándome el dedo con las dos manos, colorado y puteando al aire hasta en sanscrito. Ella se me acercó, me miró el dedo para asegurarse que era un golpe nada más y se me tiró encima como una desesperada.

Si, definitivamente la mina era una pervertida, pero estaba buena y garchaba como una marinera que acaba de salir de la cárcel después de ocho años. Probablemente entraría en el podio de las mejores noches de mi vida. Y sin embargo la cosa me seguía haciendo ruido. Por segunda vez en mi vida (la primera se las contaré alguna otra vez) me encontraba ante la gran pregunta existencial ¿Cuál es mi límite para conseguir buen sexo? Se que el sexo vende terriblemente barato y una fea por ahí deja de ser tan fea si sabemos que coje de una.
Pero esto era diferente y más difícil de decidir ¿Valía exponer mi salud física a cambio de conseguir buen sexo con una mujer linda? He aquí el dilema, la conjunción de factores que balanceaban todo haciendo de esa situación una jugada de ajedrez indescifrable. Reduciendolo a símbolos los factores clave involucrados eran:

BUEN POLVO + TERRIBLE PERRA = SALUD + MORAL

Si fuera un buen polvo, pero una fea sería fácil. Si la parte de la salud no estuviera involucrada podría cagarme tranquilamente en la moral. Pero no, las cosas estaban así de parejas y una decisión era casi imposible.

La última salida fue una cena tranquila y después a mi casa. Llegamos y empezamos a besarnos, yo rápido me puse de humor, pero ella de vuelta estaba distante y medio fría.
Como no me cansó de decir, un hombre frente a la posibilidad de sexo es de lo más pelotudo que vas a encontrar en tu vida. La sangre volvía a irrigar el lugar equivocado y de repente las cuentas me daban. En un movimiento poco agraciado di la cabeza contra un estante que tenía colgado en mi habitación (intencionalmente por su puesto)
El doloroso afrodisiaco surtió su efecto y terminamos en la cama. En el después –mientras ella dormitaba- me puse a pensar que no podía seguir así. Eventualmente ella iba a terminar por pedir más que algún porrazo circunstancial y la sola idea de pensar que me podría llegar a hacer me aterrabal. Me la imaginaba vestida de cuero, con un latigo de puas en una mano y con la otra agarrándome de los pelos, mientras yo luchaba por desatarme.

Afortunadamente para mí la decisión la tomó ella. Mientras nos despedíamos en la puerta de mi casa me dijo que deberíamos dejar de vernos, que si bien la pasaba bien conmigo no era la persona con la que necesitaba estar. La entendí perfectamente, más aún de lo que ella puede haber pensado.

Como ya dije, es importante hacer lo más te gusta, especialmente en el día a día. Pero para sentirse completo es todavía más importante encontrar alguien que comparta eso, que disfrute las mismas cosas que disfrutas vos, sea vestirse con botas y montarte mientras te pega con una fusta o acurrucarse en un sillón a ver una película. Sino encontrás eso solamente te queda bajar la cabeza y esperar que llegue el final de la relación.

1 comentario:

  1. Se me ocurrió firmar recién ahora.. estoy leyendo desde mi trabajo y las horas pasan rapidamente! Me gustó este final, saludos

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