28 jun 2011

Pareja de Terapia (Parte I)

Cada persona busca una forma diferente de entenderse a sí mismo. Los caminos para eso pueden ir desde la meditación hasta escribir un blog que no lee ni tu vieja. Pero de todos el camino más común es la terapia.
Y este es un punto interesante, porque a la hora de hablar psicólogos tenes los dos extremos.  Por un lado los que piensan que si vas a terapia es porque te tuvo que pasar algo traumático, como encontrarte a tu viejo vestido de mucamita sexy y lamiéndole los pezones a su “mejor amigo” Anselmo. Por el otro están los que son incapaces de tirarse un pedo sin antes consultarlo con su terapeuta, ya que no están seguros del significado simbólico a nivel inconciente que ese pedo puede tener.
Yo en general soy más tibio en ese tema. En su momento fui al psicólogo por diversas cuestiones y eventualmente me dí el alta, después de haber sido el conejillo de indias de una estudiante de psicología.

Todo empezó con el cumpleaños número 19 de mi hermana Gaby, que es unos cuatro años y medio menor que yo. Como ya comenté alguna vez, ella es estudiante de Psicología en la UBA, universidad famosa por su gran población de minas. Obviamente, esa noche la parte del bar que había contratado para el festejo tenía una población mujer-hombre de 4-1.
Yo venía recientemente soltero, tenía barra libre por ser el hermano de la cumpleañera y encima estaba con mi amigo Jorge. La suma de esos tres elementos eran suficientes como para terminar encarándome a todo lo que anduviera en dos patas y tuviera tetas.

Una realidad sobre los hombres es que a medida que pasan los rechazos y las horas de una noche, sus estándares comienzan a bajar más y más. Así fue como Jorge termino con Bigo, compañera poco agraciada de mi hermana que ganó su apodo por los notorios vellos que tenia sobre su labio superior.
Afortunadamente yo gané a tres rechazos y dos horas del desastre, cuando terminé en brazos de Camila, una chica rubia, algo rellenita y de aspecto intelectual. Y no solo fueron unos besos, sino una primera salida, porque terminando la noche la convencí de hacer el proverbial bajón en una pizzería cercana.

Ahora otra realidad, pero sobre las/os estudiantes de Psicología. Ellos tienden a analizar todo y a todos, lo sé porque vi como mi hermana se lo hacía a mis viejos, especialmente a mi vieja. Cada síntoma o neurosis que leía en los libros lo linkeaba con algún conocido, excepto conmigo, ya que yo se lo había prohibido bajo pena de recontra cagada a patadas en el culo.
Por supuesto, no tuve en cuenta que Camila estaba en la misma que mi hermana, por eso me agarró muy de entrada y con la guardia baja.

Llegamos a la pizzería de Chacarita - esa que queda en frente al cementerio- y decidimos pedir empanadas. Cuando me trajeron la empanada de jamón y queso, gorda, caliente y con agujeritos en la masa que amenazaban con convertirse en géiseres de vapor y aceite hirviendo, decidí no jugármela y pedir cubiertos, par no terminar chorreado hasta los codos.

Camila
(con tono de terapeuta)
Es raro que pidas cubiertos para comer una empanada ¿Sabías?

Marian
¿Por?

Camila
(o al menos una versión resumida de todo el cuento que me largó)
Porque el hecho de que no quieras usar la mano significa que, de alguna forma, sentís las manos sucias por algo malo que hiciste y que quedó impreso en tu inconciente. Comer con la mano es un acto básico, de sexualidad, por lo que es probable que tu problema venga desde la etapa sexual de tu desarrollo. Hasta que no repares ese daño que dejo tus manos sucias tu ello no te va a permitir volver a comer con la mano.

Silencio incómodo

Marian
(tratando de romper la tensión con un chiste)
Mi amigo Jorge diría que un tipo que no come la empanada con la mano se acaba de hacer la paja y no usa la mano porque no da…

Silencio incómodo bis

Camila
(resumida)
El hecho de que te apoyes en un amigo para hacer un chiste que no sabés si me va a gustar o no es una proyección, que claramente denota inseguridad y falta de confianza.

Se que en ese momento debería haberla mandado a la puta madre que la remil parió. Pero en lugar de eso, herido en mi orgullo y tratando de demostrar algo, agarre la empanada con las dos manos y la mordí, salpicando de aceite mis manos y gran parte de la mesa

Marian
(con la boca llena y dejando traslucir la muzzarella pegada en su paladar)
Vez podque quedia loz cudietoz

Esta vez se rió y cambiamos de tema. La primer cita quedó salvada, pero por poco.
Después de eso la acompañe hasta su casa  y despedimos la noche con unos cuantos besos, pero sin que pasara a mayores.

A la semana siguiente volvimos a salir. Fuimos al cine a ver no me acuerdo que comedia romántica, superficial y totalmente intrascendente. Sin embargo ella aprovecho para hablar largo y tendido sobre los conflictos psicológicos y las motivaciones ocultas de los personajes. Yo acompañe sus monólogos con “ajas” y “claros”, pero por dentro no podía evitar pensar “¿de que carajo me esta hablando esta piba?, es una película boluda de Hugh Grant, ¿da para tanto análisis?”
Esa noche terminamos de nuevo a los besos, pero bastante más subidos de tono. Yo venía más embalado que Schumacher en la última curva, pero ella me frenó en seco (remarcó como key words que puse “ella”, no “yo” y “frenó” no “fui”).
 Justo en la mejor parte me dijo que tenía que irse, dejándome golpeando el volante del auto a los frentazos, por no decir más al palo que un burro en celo.

Esa noche volví caliente a mi casa –en los dos sentidos de la palabra- y me encontré a Gaby recién llegada de una salida, bajoneando en la cocina.

Marian
¿Qué onda tu amiga boluda?

Gaby
¿Quién? ¿Cami? Es un toque extrema, ¿no? El tema es que es híper Freudiana, nada que ver conmigo que soy Lacaniana.

Marian
De que carajo me hablas ¿Signos del zodíaco? Lacaniana, Freudiana, para mí es todo lo mismo. Y hablando de signos del zodíaco ¿Tu amiga no será del 28 de agosto, no?

Gaby
(tardando un segundo el procesar el chiste)
¿De virgo? Ah, ja, no boludo, virgen no es. ¿Por? ¿Se hace desear?

Marian
Si, no se, es raro. Como que se le nota que tiene ganas, pero se contiene

Gaby
No sé. Tendrás que hablarlo con ella

Transcribiendo el dialogo noto recién ahora la similitud con una sesión de terapia y pienso que cuando la vea a mi hermana se va a comer una recontra cagada a patadas en el culo retroactiva.


De todas formas decidí seguir su consejo


Termina en Pareja de Terapia (Parte II)



No hay comentarios.:

Publicar un comentario