6 jun 2011

El Amor Duele (Parte I)

Dicen que lo más importante para una persona es hacer lo que le gusta. Pero no sólo en su tiempo libre, sino en el día a día, ser uno de esos afortunados que se ganan la vida haciendo algo que realmente disfrutan. Como dice una frase que escuche alguna vez “Solo unos pocos hacen lo que realmente les gusta, el resto baja la cabeza y espera que llegue el fin de semana”.
Conocer a una mujer que logró ese equilibrio en su vida podría parecer algo positivo: una mina que se siente feliz y completa es algo lindo de tener junto a uno. El problema arranca cuando lo que le hace bien a ella te hace mal a vos. Y no hablo en el sentido cursi y emocional, hablo de que te haga mal literalmente, que te lastime… que duela como la puta madre básicamente.

Todo comenzó con mi amigo Jorge, a quién ya les presente en algún post anterior (acá o por ahí acá). En realidad el no tuvo mucho que ver, pero siguiendo una de sus filosofías de vida fue que terminé conociendo a Roxana.
Es que Jorge tiene muchas teorías diferentes que yo suelo dividir en tres niveles. En primer lugar están las altamente dudosas y casi seguro reprobadas, como por ejemplo la que dice que si una mina te roza en un bondi lleno más de tres veces te esta tirando una indirecta para que le palpes una teta o a lo sumo le pegues una “apoyadita” (y el diminutivo no lo agrego yo).
En segundo lugar están las que pueden ser discutibles y algo polémicas, pero que en el fondo cierta cuota de verdad tienen. El ejemplo más común es su idea de que todo hombre se la daría a su cuñada y es lógico, después de todo exceptuando alguna diferencia – más alta o más baja, más joven o más vieja, más gorda o más flaca- se trata de una mina muy parecida a la que te venís cogiendo en primer lugar.
La tercera categoría contiene sus reflexiones más brillantes e inspiradas. Son esas ideas que no levantan polvareda y que resultan perfectas para aplicarse en tu vida del día a día. Hay varias que podría citar, pero elegí la que dio inicio a esta historia y es esa que asegura que para cualquier actividad que comiences en la vida te la tomas mejor si hay una mina que esta buena involucrada. Es probable que no tengas ninguna chance, es más, tal vez ni siquiera intentes algún tipo de acercamiento, y sin embargo el hecho de saber que  vas a ir al encuentro de una chica linda te motiva como pocas cosas.

Apliqué esa idea para varias cosas con muy buenos resultados. Por ejemplo, me conseguí un gimnasio en el que la instructora estaba más buena que una playa del Caribe y fui a hacer ejercicio cada semana durante casi un año (record que hasta hoy no pude superar).
Como resulta, se me ocurrió usarlo para superar la experiencia más chota del mundo: ir al dentista. Normalmente trato de evitarlo lo más posible, pero un golpe en un partido de fútbol y un diente careado y partido precipitan bastante las cosas. O sea, duele tanto pero tanto que no te queda otra que ir o hacerte pegar un tiro y yo- para no ir al dentista- soy capaz de entrar a Fuerte Apache al grito de “Soy de Palermo y a tu vieja me emperno” para ganarme ese tiro.

Le comenté mi plan birra de por medio a Jorge. El, después de tratarme de maricón por tenerle miedo al dentista, me dio la otra solución. Me contó que su prima siempre jodía con que ella iba a un lugar dónde los dentistas eran jóvenes y estaban todos fuertes. Seguro que minas lindas ahí debería haber.
Al día siguiente me mandó un mail con el nombre de un consultorio, una dirección y el consejo de que saqué turno con “cualquiera que tenga nombre de mujer”.
Llamé y a los dos días estaba entrando en un consultorio bastante moderno. El recepcionista –mierda, es un él- era un pibe joven y bien arreglado. Le dije que tenía turno con la Dra. Roxana XXX y me invitó a tomar asiento.
A los diez minutos de espera apareció una mujer de unos 50 y largos que tranquilamente podía ser mi tía. Me llamó y me indicó que la acompañara. Si el dolor me hubiera dejado hablar en ese momento lo habría llamado a Jorge para decirle que él y sus consejos se podían ir a la mismísima concha de su hermana.

Mujer
¿Vos sos Mariano H?

Marian
Si

Mujer
Bueno, pasa por el consultorio 5. La doctora ya está con vos.

Recuperé la fe un poco. La recepcionista era un hombre y la asistente una señora… me quedaba nada más la dentista. Me acomodé en esos sillones largos que siempre están fríos e incómodos, nervioso por estar rodeado de olor a dentista – no se de que otra forma describirlo- y ruidos de torno. 
Por fin apareció la dentista. Era una rubia que no llegaba a los 30 años, de ojos claros y chiquitita. Era una mezcla de adorable y perra. Hablando claro, estaba para pegarle unos cuantos polvos y después dejarla apoyada en la mesita de luz para mirarla y sonreír con ternura.

Me revisó la boca y me dijo que después de esa sesión iba a tener que venir dos veces más la semana siguiente. Putie por lo bajo y eso la hizo sonreír. Eso fue algo así como un envido no querido: no es mucho, pero suma un poroto.
Los siguientes 40 minutos de sesión se dedicó a infringirme dolor, como si se vengara de alguien que violó a su perro y después lo quemó vivo. De todas formas me la banqué, no quería parecer un maricón delante de ella, mi orgullo masculino no me lo permitía.   

Roxana
Bueno, terminamos con la primea parte. Igual esta es a más fácil para vos

Marian
¿Eso quiere decir que la próxima va a doler más?

Sonrío de una manera dulce y angelical. Si no hubiera estado babeando por el efecto de la anestesia le habría encajado un beso ahí nomás. Igual no dejaba de ser una manera siniestra de darme a entender que la próxima me iba a hacer mierda.
La segunda vez no pude evitarlo. Gemidos, sudor, contorsiones involuntarias, básicamente era como si alguien hubiera agarrado el sexo y reemplazado el placer con un dolor fino y punzante en el premolar derecho.
Sin embargo descubrí algo revelador. A ella le gustaba. Cada expresión de dolor, cada grito ahogado en mi boca abierta de par en par era contestado con una mordida de labios que se dejaba traslucir a través del barbijo semi-transparente.

OK. Siempre esta el chiste de que si los dentistas hubieran nacido hace 2 o 3 siglos habrían sido torturadores de la inquisición, pero de ahí a encontrarme con una que le calienta es otra cosa. Y encima que un enfermito como yo vea la veta y se mande para ver si gana es ya algo de otra galaxia. Pero bueno, cosas que pasan…

Al ver que le “cosquilleaba” me liberé y empecé a poner caras y a gemir por la más mínima molestia que sentía. Obviamente que me la jugué, porque esa mordida podría significar tranquilamente un “mira como se queja este huevón grandote”.
Entre una cosa y la otra llegó a su fin el tratamiento y yo estaba tan aliviado y con la boca tan dormida que hasta de tirarle palos me olvidé, pero por suerte ella no.

Roxana
Bueno. ¿Estas contento de haber terminado?

Marian
(afirma con la cabeza)
Aja.

Roxana
Bueno, ahora durante unos días trata de no hacer ninguna actividad física. No creo que se te hinche, pero por las dudas podes ponerte hielo.

Marian
Ok

Roxana
Y… creo que nada más. Va, salvo que me quieras invitar a tomar un café

Marian
(con los ojos bien abiertos y sacudiendo la cabeza como un pequines en celo)
Se se. Cuado quedag
Traducción anestesia-español: Si si, cuando quieras.

Roxana
(anotando)
Genial. Acá tenés mi teléfono.

Había tenido más ojete que cabeza. Bah, en realidad me había apostado por el morbo del dolor y me había salido bien. Total era un fetiche inofensivo, o al menos eso pensé

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