28 jul 2011

El Otro Yo (Parte I)

Desde chicos una infinidad de programas y dibujitos nos bombardean con la idea de que ser uno mismo es lo más importante de todo. Esa se te pega y atraviesa el resto de tu vida.
De adulto incluso, comedias románticas que parecen escritas por chicas de 16 años salidas de la década del 50, traen la idea de que un hombre pierde a una mujer por no ser realmente quien es, cuando todos sabemos bien que si hubiera sido él mismo desde el principio no se la iba a levantar jamás… pero entonces no habría película.

En fin, todo esto tiene que ver con Victoria y como se desarrolló nuestra relación, cuando yo tenía apenas unos tiernos 14 años y entendía poco de mujeres (no es que ahora entienda mucho más ¡Ojo!).

La conocí honestamente de puro orto, aunque me gusta pensar que fue un regalo de buen karma universal.
Todo empezó una tarde, mientras viajaba en el 59 que va por Las Heras. Sentado, mirando por la ventana, note que mucha gente señalaba algo unos asientos delante de mí. Así que cogotie, y me encontré con un tipo dormido que se caía para el costado, dejando salir casi toda su cabeza por la ventana abierta. Y lo que era peor, había un hombre al lado que lo veía y no hacía nada al respecto.
Dudé unos segundos y al final me levante y fui hasta ese asiento.

Marian
(al tipo despierto)
¿No habría que hacer algo?

Silencio. Encogida de hombros

Marian
¡Pero se va a matar!

Silencio. Nueva encogida de hombres

Al final opté por reprimir mis ganas de mandarlo a la concha bien de su hermana y despertar a su compañero de asiento.
Este se levantó un poco desorientado me miró y creo que no entendió muy bien porque un pibe lo despertaba y se estiraba para cerrarle la ventana. En cuanto estuvo cerrada se volvió a dormir.

Yo volví a mi asiento, pensando que me debían un gracias…

Victoria
La gente es una mierda

Ahí me di cuenta que en el asiento contiguo –que antes estaba vacío- ahora se había sentado una chica bastante bajita, rubia y más o menos de mi edad. Tenía un pañuelo escoces en la cabeza, una campera de cuero y unos jeans roto.

Victoria
No sé quién es peor. El forro que no lo despierta o el boludo que casi se mata y ni siquiera te da las gracias por ayudarlo

Marian
Ni me lo digas. Encima cuando le dije que el otro se podía matar le chupo un huevo

Victoria
Si. ¡Qué hijo de puta!

Después de eso seguimos charlando todo el viaje. Los primeros cinco minutos nos dedicamos a putear a la gente en general, pero después la conversación avanzó a otros temas, hasta llegar a un punto clave

Victoria
Y ¿Qué música te gusta?

Noté que en su mirada que esa pregunta para ella era clave. Una respuesta satisfactoria podía ser la diferencia entre sacar solamente una imagen mental para pajearme esa noche o irme a casa con un teléfono y un beso… y si bueno, una imagen mental para pajearme esa noche, después de todo tenía 14 años y no en vano se le llama la edad de la paja.
El tiempo apremiaba y tenía que pensar rápido. Era claramente rockera, así que tenía que ser una banda de rock. Me concentré en mis primos mayores, en que posters tenían colgados en su pieza… y tiré los primeros nombres que me vinieron a la mente

Marian
Me gusta el rock, tipo Aerosmith, Guns n’ Roses y Rolling Stones

Victoria
(Sonriendo)
¿Te gustan los Guns? ¡Qué groso! No conozco a mucha gente de nuestra edad que les gusten. La mayoría son boluditos que escuchan lo que está de moda en la radio, como Fito Paez y esas cosas.

Me reí de su comentario, pero no sin sentir una punzada rara al recordar la copia de “El Amor después del Amor” que tenía en el estante de mi habitación.

Hablamos un par de minutos más. Obvio que de Guns n’ Roses yo conocía tres temas nomas, dos que había escuchado de pedo en la radio y uno que me había puesto mi primo en la última reunión familiar del Día del Padre. Así que dejé que hablara ella y me limité a estar de acuerdo. Ahora que lo pienso no habría hecho gran diferencia saber o no quien era Slash, con lo buena que estaba y las alteradas que estaban mis hormonas probablemente hubiera estado de acuerdo con cualquier cosa. Ahora que lo pienso, que suerte que tuvo la Tierra de que Hitler no fuera una morocha con buenas tetas y la humanidad un grupo de quinceañeros…

Volviendo. Cuando llegó el momento de bajarme me dijo su teléfono y, como no tenía lapicera lo repetí varias veces mentalmente, hasta grabar los 7 números en mi memoria (en esa época todavía no existía el 4 que va delante de todo)

2 comentarios:

  1. Y Marian?? la gente quiere saber!!!

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  2. Jajaja. Fijate que ahí esta la conclusión

    Gracias por la leída!

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