4 ago 2011

El Otro Yo (Parte II)


Tardé un par de días en llamarla, porque pensé que primero era mejor a asesorarme.
Así que llamé a mi primo Javi y le comenté que no podía sacarme de la cabeza el tema que me había hecho escuchar hacía unas semanas. Al día siguiente me fui del colegio a su casa con 4 cassettes vírgenes de 60 y me grabó Apetite for Destruction, Lies y los dos Use your Illusion. También me prestó una revistita que había comprado en una disquería que contaba la historia de la banda y sus miembros.

Con todo ese material volvía a casa. Escuché las grabaciones hasta gastarlas y me aprendí la revista de memoria.
Al día siguiente la llame. Esta vez participe más de la conversación musical y ella pareció contenta y convencida.
El viernes a la tarde pase a buscarla por la salida de su colegio. Caminamos un poco, charlamos más y finalmente nos sentamos en un banco de plaza. Después de un rato en silencio empezamos a besarnos, de forma todavía un poco dura y torpe.
Cuando empezaba a oscurecer la acompañé hasta la esquina de su casa y nos despedimos con un par de besos más.

De ahí empezamos a salir. Durante el mes que duramos –viéndonos prácticamente todos los días- tuve que hacer esfuerzos continuos para estar al tanto de lo que pasaba en el mundo de la música. Empecé a comprar revistas del tema, CDs originales de algunas bandas e incluso le pedí a mis viejos que me compraran una guitarra, después de que Victoria confesara que el que más le gustaba de Guns n’ Roses era el guitarrista que se acababa de ir (Izzy Stradin)

Sé que suena como una boludez grande como una casa, pero tenía 14 años y de alguna forma eso tenía sentido. Aparte era otra época, ahora a los 12 ya están tocando tetas, pero en mi época no palpabas un lácteo hasta los 14 y medio si estabas saliendo con “la más trola” de tu colegio y hasta los 15 si salías con una chica bien. Realmente no sé si ahora son muy vivos o si yo era muy boludo… por ahí las dos.

Mi abuela dijo siempre que las mentiras tienen patas cortas. Sí, mi abuela era bastante poco original, pero así son las abuelas ¿no?
Lo raro es que en este caso la mentira había ido mutando curiosamente a verdad. Cada vez leía más y escuchaba más música y más bandas, pero no por querer chamuyar después con Victorio, sino porque me interesaba. En cuestión de semanas me había vuelto realmente el pibe que le había hecho creer a Vicky que era.
Entonces la ironía decidió hacer de las suyas y Victoria me dejó. En realidad fue algo bastante lógico, ella acababa de cumplir 15 y me dejó por un pibe más grande, de 17. Aparentemente la conquistó contándole de cuando fue a ver a los Guns en el ’92, describiéndole su heroica llegada hasta la valla del campo, como si eso extendiera mágicamente la longitud del pito…

Pero de todas formas ella dejó su huella. Hoy no podría imaginar mi vida sin mucha de la música que descubrí de adolescente. Y la guitarra, si bien no la toco demasiado últimamente, es una parte importante de mí, que atravesó muchos momentos de mi vida (como este).

Tarde años en darme cuenta de que haber salido con Victoria no me dio simplemente un mes de descorche hormonal y un tropezón amoroso, también me cambió por completo al presentarme a ese otro yo, que hoy es una gran parte de mí.

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