24 ago 2011

Mi Primer Beso (Parte II)


La charla clave llegó una tarde que me agarro infraganti, tratando de satisfacer mi curiosidad sexual naciente. A los que ya se les prendió el cartelito rojo que dice PELIGRO en la cabeza, les digo que no sean mal pensados, no me estaba puñeteando ni mucho menos. Es más, confieso que fui un descubridor medio tardío de la paja y probablemente eso explica porque pase buena parte de mis 14 años tratando de ponerme al día.

Bueno, Irene entró caminando distraída e inocente y me encontró atrás del quincho, mientras le levantaba la remera a una Barbie de mi hermanita para verle las tetas… si, así de inocente fue la cosa.  
Primero se rió y me gastó un poco, con esa actitud sobradora que tienen las chicas a esa edad, en la que ellas son algo más madurasy, aunque tengamos la misma edad, en el momento se siente como si hubiera años de distancia.

Irene
(Riendose)
¿Así que el primito tiene curiosidad?

(Palabra clave: Primito)

Marian
(pensando: ¿Qué primito forra? Si vos recién cumplís los 12)
No, bueno… no sé. Como si vos supieras mucho más que yo.

Irene
¿A que se más que vos?

Y ahí empezó la primera explicación franca y directa que recibí en mi vida de lo que era el sexo. Muchas cosas me parecieron raras, asquerosas e imposibles

Irene
(viendo mi cara de pánico)
Igual tranquilo. Todo eso lo haces cuando sos grande, viejo como nuestros papás. Aparte no haces todo así nomás. Primero tenés que empezar con un beso.

Marian
¿Vos alguna vez diste un beso?

Irene
No. Pero tuve la oportunidad eh. En el baile del colegio un chico me quiso dar un beso, pero yo no quise.

Marian
¿Por?

Irene
Y, porque apenas lo conocía. Yo prefiero que el primer beso sea con alguien que conozco, que tenga confianza. Alguien con quien no me importe si lo hago mal. Como vos

Marian
(rojo y casi sin poder respirar)
¡Estas loca! Sos mi prima

Irene
Prima segunda… o tercera, no sé bien la verdad. La cosa es que apenas somos parientes. Dale, ¿Me vas a decir que nuca pensaste en besar a una chica?

Marian
No se…

Irene
Vamos, no me digas que tenés miedo.

Marian
(orgulloso)
No, obvio que no tengo miedo

Irene
Bueno, entonces vení.

Me agarró de la mano y me llevo atrás de un árbol grande que había justo al lado de la pared de la quinta. Era un lugar que ella llamaba su escondite secreto, porque estaba rodeado de plantas y era difícil que los grandes se pudieran meter… y mucho menos ver que pasaba al otro lado.
Ahí me apoyé contra el árbol y cerré los ojos fuerte, como quién espera una vacuna o una patada en medio de las bolas.
La sensación que me invadió no fue nada parecido a eso. En realidad fue raro, una mezcla de calidez, húmedad y gusto a frutilla – sabor del labial que llevaba puesto- me invadió cuando nuestros labios se tocaron. En resumen podría decir que fue una sensación extraña, pero agradable.
Después de ese primer beso, que duró unos 5 ó 6 segundos, nos dimos un par más, cambiando de posición la cabeza o abriendo un poco más la boca, como si estuviéramos experimentando o probando un juguete nuevo.
Una vez que terminamos, salimos sin hablar y volvimos al quincho, dónde los grandes estaban empezando un partido de truco.

A las dos semanas volvimos a vernos. Había estado toda ese tiempo pensando que pasaría. Según mi lógica, como nos habíamos besado, el paso siguiente a dar era ponernos de novios ¿no? No.
Antes que pudiera hablar –gracias a Dios- Irene me contó que había tenido otro baile del colegio y que le mismo chico le había propuesto besarse

Irene
(con toda naturalidad)
Y como yo ya había practicado con vos y al él lo conocía un poco más… le dije que si

Por un segundo me sentí enojado y traicionado. Acababa de tener mi primer beso, pero también acababa de ser usado por primera vez en mi vida. Había sido un simple ensayo para tomar confianza, algo poco importante… un boceto del beso verdadero.

Un año después de eso mis tíos se mudaron al sur. Todavía nos vemos esporádicamente, tanto con ellos como con mis primos.
En cuanto al beso, quedó instaurado una especie de pacto tácito de silencio. No lo hablamos nunca más con nadie, ni siquiera entre nosotros.
Yo sé que nunca más hable al respecto por miedo. Si, soy un huevón de 30 años que todavía tiene un miedo espantoso a que le digan que el día que dio su primer beso –hace más de 19 años- lo dio mal. Pero Irene tampoco volvió a hablar del asunto y confieso que tarde años en darme cuenta por qué.

Como dije al principio, las primeras veces para mí son una cagada. Mucho miedo y nerviosismo, todo por culpa del deseo pelotudo e imposible de hacer perfecto algo que jamás en tu vida habías hecho antes. Pero lo imporante, lo que nunca me detuve a pensar ni por un segundo, es que el otro tal vez estaba sintiendo (y todavía siente) lo mismo que yo.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario