15 nov 2011

El Santo Grial (Parte III)


Fue en la quinta salida, cuando llevábamos casi un mes y medio viéndonos, que decidí dar el golpe. Mis viejos no estaban en casa, así que desalojé a mi hermana menor casi a la fuerza e invite a Belén a comer.
Creo que la pobre santa –y lo digo sin ánimos de ser sarcástico- acepto venir pensando que mi familia iba estar, porque cuando llegó y entendió que estábamos solos se puso nerviosa.
Sin embargo se fue ablandando de a poco y no era para menos. Había puesto toda la carne en el asador: cena con velas, cocinada por mí mismo, y un vino genial (“si si, toma, total es como tomar vino sacro” le dije)

Después del postre, cuando ya parecía más relajada – o boleada por el vino tal vez- le propuse tirarnos en la cama a ver una película. Como es lógico, al minuto cuatro de película ya estábamos besándonos sin darle bola a la pantalla.
Lo que paso a continuación fue pura y absoluta suerte. Ya hable antes de lo difícil que era buscar EL punto G, bueno a eso habría que sumarle que lo estaba buscando en territorio hostil. Quería subir la mano hasta el muslo para ver si anda por ahí y era obligado a retroceder hasta la rodilla. Trataba de desabrochar un botón de la remera para acercarme al cuello y los hombros, pero un par de muñecas me empujaban despacio para atrás, como diciendo “por acá” no se puede.
Entonces se dio el milagro. Como tocado por una luz divina, o tal vez por  la desesperación, decidí levantarle la remera muy despacio, desde abajo, descubriéndole la panza. Más jugando que tomándolo enserio, la empecé a besar y –vaya a saber guiado porque mano celestial- se me ocurrió hacer algo que muchos considerarían asquerosísimo: pasarle la lengua por el ombligo.
La respuesta inmediata fue un estremecimiento de pura exitación. Pensando que podía ser casualidad probé de vuelta y lo mismo. Al tercer o cuarto intento me agarró de la cabeza y empezó a besarme de una forma completamente distinta. Ya no era tímida, sino desinhibida y desenfrenada. La transformación era casi como un exorcismo, pero a la inversa, de niña angelical a demonio.

Al principio había dicho que con Belén pude poner a prueba esa regla de “Las que se la dan de santitas y calladitas son las peores”.
Sobre ese tema simplemente voy a decir que es una verdad a medias. Santita como era, ella estaba limitada por la obvia falta de experiencia; pero no puedo negar que una vez que probó me tuvo toda la noche despierto, como si estuviera tratando de recuperar el tiempo perdido.

Para los que no lo saben, lo especial del Santo Grial es que da vida eterna. Pero, para que funcione, la persona tiene que seguir tomando de la copa cada día, sino los efectos se desvanecen y se empieza a envejecer.
En ese sentido El punto G funciona igual. Sirve cuando lo estás estimulando, pero una vez que lo dejas tranquilo el hechizo se rompe.

Al otro día Belén se levantó aterrada y totalmente arrepentida de lo que había hecho. Me culpaba a mí por haberla corrompido y me dijo que un hombre que amaba a una mujer nuca la habría dejado ceder a la tentación, sino que la habría salvado de sí misma.
Escuché todo sin poder creer la mitad de las pelotudeces que decía. Era claro que no eran sus palabras, repetía como loro lo que le había dicho algún cura, o tal vez su vieja.
Poco después de despertarse se vistió y se fue a su casa.  Durante esa semana la llamé una o dos veces, más por culpa que por ganas de volver a verla. Pero siempre me atendía su madre, asegurándome con voz de pocos amigos que ella no quería hablarme.

Tengo que confesar que durante mucho tiempo, me sentí muy mal por toda ésta situación. Había agarrado a una chica buena y decente y la había hecho ir contra todo lo que creía. Aunque me repetía a mí mismo que yo en ningún momento la había obligado a hacer nada, no podía evitar sentirme sucio.    
Esto fue hasta hace dos años, cuando me encontré con el Turco. Hablando de cualquier cosa, me comentó que se había cruzado con Belén.

Turco
Estaba hecha un quilombazo, con una mini-falda y un escote que no sabes. Hace un tiempo que esta de novia, pero según cuentan antes de este flaco se bajó a medio barrio. ¡Y de toque eh! sin andarse con muchas vueltas.

Entonces me cayó la ficha. No había corrompido a Belén, sino que le había enseñado la lección más importante de su vida: la diferencia entre amor y calentura.
Todo lo que me había dicho sobre corromperla era una excusa. Después de tener sexo conmigo se había dado cuenta de que no me amaba. Por eso me había dejado y por eso se volteó a todo tipo con el que salía.  Estaba tratando de descubrir el amor, solamente eso. Había entendido, desde su punto de vista, que para encontrar algo realmente puro tenía que hundirse en el barro, para poder diferenciar así los diamantes de las piedras.
Eso o le agarró el gusto a la pija y le empezó a dar a lo loco. Quien sabe.

Esto nos trae de vuelta al tema inicial. Otro de los mandamientos no escritos del sexo advierte que no hay que confundir la buena química sexual con el amor, porque es para quilombo. Por desgracia, rara vez llegan a combinarse estas dos cosas del todo.
Tal vez ese sea el Santo Grial del sexo, poder juntar amor y buena cama. Encontrarlo tal vez no te haga inmortal, pero contento te va a dejar seguro.

PD: Para los que se pregunta ¿Cómo sabes tanto del Santo Grial si tenes menos religión que un mono? La respuesta es simple: vi 40 veces “Indiana Jones y La Última Cruzada”.

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